Los dirigentes del G8 y de otras grandes economías tratarán esta semana en Italia de fijarse metas concretas para impulsar las negociaciones de un nuevo acuerdo mundial sobre el cambio climático que deben llevarse a cabo en diciembre en Copenhague.
Los países del G8 (los siete más industrializados -Alemania, Canadá, EEUU, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón- junto a Rusia) representan el 13% de la población mundial pero un 40% de las emisiones de gases con efecto invernadero.
Para los negociadores de un nuevo acuerdo sobre la reducción de esos gases, la cumbre de esta semana en L'Aquila -la ciudad italiana devastada en abril por un sismo- es una oportunidad que no debe desperdiciarse.
"Es el momento de dar pasos decisivos. Los dirigentes deben demostrar liderazgo, porque no pueden permitirse un fracaso a menos de seis meses de Copenhague", sostiene Yvo de Boer, secretario ejecutivo de la Convención del clima de la ONU, que conduce las negociaciones entre los 192 países signatarios.
El "club de los ocho" incluye la cuestión del clima en sus agendas desde 2005, con resultados que hasta ahora han sido siempre decepcionantes. Pero desde la última cumbre del año pasado en Toyako (Japón), Barack Obama reemplazó a George W. Bush en la presidencia de Estados Unidos, y la primera potencia mundial ya no niega la realidad del calentamiento global.
"Esperamos (que Obama) tenga una influencia positiva en el ambiente" de la reunión, dice De Boer. "El también tiene que empezar con un éxito", agrega.
El G8, ante las alarmantes previsiones científicas, se dispone a respaldar colectivamente el objetivo de limitar el calentamiento global a dos grados centígrados en relación a los niveles anteriores a la revolución industrial, para evitar impactos mayores (en un siglo, la temperatura terrestre ya aumentó casi un grado).
"Es un avance real, políticamente importante", porque "Estados Unidos, con Bush, nunca dijo nada sobre los dos grados", apunta Alden Meyer, de la Union of Concerned Scientists (una ONG científica norteamericana). "Pero sigue sin haber cifras concretas sobre los objetivos (de reducción de los gases con efecto invernadero) o sobre la financiación. Y esa es la señal que esperan los países en desarrollo", matiza.
En el proyecto de declaración final de la cumbre, el G8 señala que las emisiones contaminantes deben alcanzar su techo en 2020, pero se abstiene de establecer un calendario para empezar a reducirlas luego.
El Foro de las Mayores Economías (FME), que se reunirá el jueves, "apoya" en cambio una reducción global del 50% de las emisiones en 2050, lo cual significaría un recorte de 80% en los países industrializados. El FME integra a 16 países: los del G8 y a grandes emergentes como Brasil, China e India. En su conjunto, son responsables del 80% de las emisiones contaminantes del planeta.
"Es sencillo imponerse objetivos para 2050, pero mucho más difícil para 2020. Un objetivo a largo plazo es más creíble, si se explica cómo alcanzarlo", dice el ex ministro francés de Medio Ambiente Brice Lalonde.
Según un observador alemán, Berlín "impulsa" la idea de que el G8 se fije metas comunes para 2020, pero los demás países europeos no se muestran entusiastas.
La Unión Europea (UE) se propone sin embargo una reducción de un 20% de las emisiones respecto a los niveles de 1990 y juzga insuficiente el objetivo estadounidense de una reducción del 17% en 2020 respecto al nivel de 2005 (y del 4% respecto a 1990).
Para Alden Meyer, "el G8 no quiere hablar de compromisos con el plazo de 2020 mientras no haya un acuerdo con los países en desarrollo del FME". Esa es, sin embargo, la señal que estos últimos aguardan para comprometerse plenamente con el proceso, de acuerdo con los expertos.
El acuerdo de Copenhague debe entrar en vigor en 2013, cuando expiren los primeros compromisos del Protocolo de Kioto.
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