27 mayo 2015

Los Glaciares fatales del Perú

  Lima El Pais.com

No fueron uno ni dos aluviones los que asolaron el departamento de Ancash, en el norte de Perú, en el siglo XX. Fueron por lo menos cinco, importantes, que provocaron cientos de muertos. En algún caso fueron miles, como ocurrió en la ciudad de Yungay la tarde del 31 de mayo de 1970, hace 45 años, cuando millones de metros cúbicos de hielo provenientes del Huascarán, el monte más alto del Perú (6.768 metros) se desprendieron a raíz de un terremoto de 7,7 grados de magnitud.

El saldo fatal fue de cerca de 15.000 víctimas mortales que se sumaron a otras 50.000 más causadas por el mismo sismo, que devastó numerosos pueblos, ciudades y carreteras. Mark Carey, profesor de Historia de la Universidad de Oregón, norteamericano de origen, se ha internado por esta tormentosa ruta glaciar para, además de hacer su tesis doctoral, producir el libro Glaciares, cambio climático y desastres naturales, una obra que deshiela el pasado y el futuro.

Un aluvión de aluviones

También el presente, por supuesto, porque persiste la amenaza de una avalancha de origen glaciar en este país, que ha sufrido la mayoría de desastres de este tipo en todo el planeta. La saga que explora Carey comienza con el aluvión de Huaraz (capital del departamento) en 1941, que produce más de 4.000 muertos; sigue con el de Chavín, que acaba con la vida de unas 500 personas, y continúa con el de Los Cedros, que mata a por lo menos 200.
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Las mayores tragedias, sin embargo, ocurren en la década de los sesenta. En 1962, Ranrahirca, una ciudad ubicada al pie del Huascarán, como Yungay, es arrasada por un aluvión causado por un inmenso bloque de hielo desprendido del nevado, que baja devorando campos, pueblos y vidas. Sólo ocho años después llega la hecatombe de 1970, que en su momento remeció a Ancash, al Perú, a todo Sudamérica. Al mundo entero porque fue una de las fatalidades sísmicas más grandes.
Nevado Pirámide de Garcilaso (5.885 metros). Su belleza es arrobadora, pero, como otras montañas, abriga un riesgo para las poblaciones vecinas
Nevado Pirámide de Garcilaso (5.885 metros). Su belleza es arrobadora, pero, como otras montañas, abriga un riesgo para las poblaciones vecinas. / Ernesto Benavides
¿Qué ocasiona esto, qué mantiene la amenaza latente y qué descubre Carey? En este territorio, hermoso como pocos, denominado por algunos como "la Suiza peruana" por su parecido con el país alpino, existen una cadena nevada denominada, por visibles y hermosas razones paisajísticas, Cordillera Blanca. Podría decirse que, incluso, tiene un parecido con Nepal, esa nación hoy agobiada por dos sismos y que también ha sufrido avalanchas en el Himalaya.
Son cerca de 600 glaciares distribuidos a lo largo de unos 200 kilómetros, varios de ellos de más 6.000 metros de altura, y que hacen vecindad con el Callejón de Huaylas, un valle verde y deslumbrante que yace a los pies de este conjunto de montañas, que Carey en una parte llama "el hielo asesino de los Andes". No es para menos, por lo ya descrito y por registros históricos a los cuales el autor se asoma, que hablan de tragedias similares ocurridas en los siglos anteriores.

La glaciología pionera

Como en otras zonas del mundo, el retroceso glaciar avanza en la Cordillera Blanca. El cambio climático lo agudiza y puede aumentar el riesgo de desastres.
Como en otras zonas del mundo, el retroceso glaciar avanza en la Cordillera Blanca. El cambio climático lo agudiza y puede aumentar el riesgo de desastres. / Ernesto Benavides
Esa combinación de presencia sobrecogedora y poblaciones vulnerables —debido a que, tras la Conquista, se asentaron en lugares donde el hombre prehispánico no lo hizo— ha resultado literalmente mortal desde el siglo XX, antes y hasta la actualidad. En los últimos años, como bien se desprende de las rigurosas líneas de Carey, un germinal pero incipiente cambio climático fue, lenta pero terriblemente, estimulando las tragedias de origen glaciar.
A pesar de de establecer con precisión las coordenadas científicas de estos fenómenos, el autor va más allá porque justamente busca otra cosa: establecer cómo cambió la sociedad ancashina por estos dramáticos hechos, cómo se relacionó con el Estado y cómo se generó, por las desoladoras consecuencias de los aluviones, una generación de científicos peruanos, de glaciólogos, que fue realmente pionera en el estudio de los hielos a nivel mundial.
Lo que hace Carey es Historia Ambiental con mayúsculas, una disciplina que recién crece al ritmo del cambio climático y otras señales del ambiente que invitan a revisar nuestro devenir en la Tierra con ojos más inclusivos. En el caso de las tragedias ancashinas, percibe el surgimiento de ese núcleo profesional, que se especializa en el tema a causa de las desgracias y que terminan “actuando como intermediario entre el gobierno nacional y el Callejón de Huaylas”.
Laguna Parón, la más grande de la Cordillera Blanca. Varias veces ha estado a punto de desbordarse y provocar un desatre de enormes proporciones.
Laguna Parón, la más grande de la Cordillera Blanca. Varias veces ha estado a punto de desbordarse y provocar un desatre de enormes proporciones. / Ernesto Benavides
En ese viaje siguieron ocurriendo los aluviones de origen glaciar, pero la glaciología peruana hizo un aporte desde la periferia al centro, como bien apuntó en la presentación del libro el historiador Jorge Lossio. A la vez, también ocurrieron hechos penosos, como la resistencia de algunos estratos sociales a la reconfiguración de la ciudad de Huaraz, tras el aluvión de 1941, una pequeña y penosa historia que el autor del libro relata con cierto minucioso detalle.
“El aluvión erosionó los indicadores de esta distinción social”, sostiene Carey al describir esas resistencias, que incluso hicieron que muchas personas insistieron en ponerse en el mismo cono aluviónico, con lo que aumentaban su propia vulnerabilidad. Simultáneamente, aparecerían en el escenario los turistas, las empresas que edifican hidroeléctricas y otros actores que van configurando lo que en el mundo académico contemporáneo se llama economía del desastre.

La privatización de los glaciares

Se produjo una trágica falta de visión de parte de algunas autoridades y pobladores, que trataba de ser contenida por los glaciólogos, que hasta proponían traslados. No siempre fueron escuchados y tuvieron que convenir en hacer drenaje de lagunas, algo que sirvió para evitar algunas desgracias pero no pudo evitar otras. Ya en los noventa, Carey registra la impronta de la nueva economía, de la globalización y la apertura de mercados aterrizando sobre los hielos tropicales.
El hielo de estas montañas inmensas suele agrietarse por las lluvias, por los sismos o por el cambio climático. Entonces crece el peligro de las avalanchas. / Ernesto Benavides
Lo llama "la neoliberalización de los glaciares" y es un tiempo en el cual las grandes empresas pisan fuerte en los glaciares ancashinos, sobre todo la norteamericana Duke Energy, que insiste en represar algunas de las cerca de 400 lagunas de origen glaciar que, como consecuencia de los deshielos, existen en la zona. El súmmum de esta deriva es el cierre de la Unidad de Glaciología y Recursos Hidrológicos en tiempos del presidente Alberto Fujimori (1990-2000) que, al son de la privatización, llegó al extremo de desproteger a la población cerrando esa entidad.
Dicha instancia era heredera de otras anteriores (Comisión de Lagunas, Corporación del Santa, por el río que recorre el Callejón y otras), y ya había incurrido en la tentación de pensar más en la generación de energía que en el riesgo potencial de desastres para los pobladores de Ancash. Pero los tiempos fujimoristas, tan llenos de corrupción y desatado ultraliberalismo, parecen haber sido los peores, pues “significaron mayor vulnerabilidad ante las amenazas glaciares”.
En su navegación por esta cordillera nevada, Carey se encuentra además con una falsa alarma emitida por la NASA en el 2003, en torno a una laguna denominada Palcacocha, ubicada al pie del nevado Cupi. Revuelo, desesperación, a partir de una "grieta ominosa en el hielo", que no fue tal, como luego demostraron los glaciólogos peruanos. En los hechos, la ciencia "de la periferia" le enmendaba la plana a un organismo de ese nivel, que no supo diferenciar el hielo de la roca.

La amenaza latente

Las lagunas glaciares han sido drenadas por años, para evitar desastres. Pero en los últimos años se ha puesto en valor su potencial hidroeléctrico.
Las lagunas glaciares han sido drenadas por años, para evitar desastres. Pero en los últimos años se ha puesto en valor su potencial hidroeléctrico. / Ernesto Benavides
Al momento de escribir estas líneas, la Unidad de Glaciología en Ancash vive otra vez, ya que fue restablecida en el gobierno de Alejandro Toledo (2001-2006). Duke Energy sigue allí, como propietaria de la Hidroeléctrica del Cañón del Pato, y las inmensas montañas aún muestran su manto blanco. No obstante, en los últimos años el cambio climático ha ido derritiendo parte del paisaje y las esperanzas de este lugar, uno de los más hermosos y espectaculares de la Tierra.
Se estima que, desde 1970, los glaciares de la Cordillera Blanca han retrocedido al menos en un 30%. Uno se para en la ciudad de Huaraz y ya no se ve tanta nieve en las montañas circundantes, como cuando ocurrió el destructor aluvión en 1941. Aún así, o precisamente por eso, por el derretimiento de los hielos supuestamente eternos de los Andes, la peligrosa amenaza persiste y esta historia de Carey lo cuenta, lo advierte. Lo registra con rigor y emoción.

28 enero 2015

¿Qué consecuencias tendria que Tierra subiera dos grados su temperatura ?

Se sabe que la humanidad lucha para que la temperatura promedio global no suba más de 2 grados. Pero ya con un aumento de 1,5 promedio habría estragos, aseguró una investigación en la que participaron científicos del instituto Postdam Climate Impact Research y Climate Analytics. Oriente Próximo y el norte de África, por ejemplo, tendrían cada vez menos agua disponible. Asia verían inundaciones aún más agresivas, y países de Europa oriental, como Rusia, perderían sus bosques.
Para América Latina y el Caribe, las cosas podrían ser devastadoras, principalmente para la productividad agrícola, el régimen hidrológico y la biodiversidad. Las zonas secas serían más secas, y las húmedas, más húmedas. Solamente en Brasil, con dos grados de aumento en la temperatura, las cosechas de soja podrían bajar en un 70%. Si la temperatura llega a crecer entre 2 y 4 grados, todos los glaciares de los Andes, ya disminuidos, terminarían por desaparecer, lo que traería mayores riesgos de inundaciones y escasez de agua dulce para capitales como Quito, Lima, Santiago y La Paz, cuyos abastecimientos dependen precisamente del hielo de esas montañas. De paso, los páramos (ecosistema tropical de montaña) sufrirían deterioros irreparables.

 Si subiera entre 2 y 4 grados los glaciales andinos desaparecerían y el potencial pesquero disminuiría, entre otros cambios que alterarían de forma radical la vida.

La temperatura en ellos sería cada vez mayor, lo que perjudicaría a su flora especializada en la retención de agua y, de paso, el saneamiento de ciudades. El Banco Mundial advierte que al subir la temperatura promedio, el potencial pesquero disminuiría en 50%, porque los peces migrarían a aguas cada vez más cálidas y corrosivas (acidificación), con lo que se abriría una nueva grieta en la ya averiada seguridad alimentaria del continente. Con 1,5 a 2,0 grados centígrados de aumento promedio en América Latina y el Caribe sobrevivirían solo 10 % de los arrecifes de coral, habría mayores riesgos de erosión costera y aludes y crecerían los riesgos de hambruna para indígenas en zonas remotas. Con 4 grados centígrados de aumento promedio las lluvias descenderían entre un 20 y un 50 por ciento en el norte de América del Sur y el Caribe, la selva del Amazonas podría convertirse en una fuente de carbono; habría extinción de especies y desaparición de medios de subsistencia tradicionales; mayores riesgos asociados a fenómenos del Niño y ciclones tropicales, al tiempo que un aumento del nivel del mar entre 38 y 114 centímetros para algunas ciudades costeras como Valparaíso (Chile) y Recife (Brasil). Un riesgo de pérdida de terrenos por inundaciones, debido a un mar cada vez más agresivo, se ha pronosticado para Cartagena, Tumaco, las islas de San Andrés, Providencia, Gorgona y los archipiélagos de Nuestra Señora del Rosario, San Bernardo, isla Fuerte y Tortuguilla. Hay soluciones Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial, sugiere un cambio tecnológico que baje el uso de combustibles fósiles, así como una transformación de conducta considerable que se enfoque en una reducción del consumo. “Necesitamos decisiones de política inteligentes, transporte público no contaminante y eficiencia energética en fábricas que no nieguen ni retrasen el crecimiento, pero que ofrezcan beneficios climáticos”, dice Jim Yong. Mantener el calentamiento promedio de la Tierra por debajo de los 2 grados y reducirlo a 1,5 para 2100 es técnica y económicamente posible, pero requiere una estricta mitigación a corto plazo, concluye el análisis.