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La piel desnuda y húmeda de los anfibios, como las ranas, los sapos y las salamandras, no está hecha solamente para protegerlos de las amenazas del entorno ni servir de mediador con el resto de la fauna silvestre. Es su principal canal de respiración, hidratación y regulación de temperatura corporal, lo que a su vez los convierte en rápidos hospederos de un hongo letal para muchos de los de su clase taxonómica: el Batrachochrytium dendrobatidis.
Al alojarse en la epidermis de estos vertebrados semi-terrestres, el hongo puede desencadenar una enfermedad altamente contagiosa, la quitridiomicosis cutánea, que sin afectar los órganos internos de los espécimenes es capaz de producirles la muerte.
El hongo fue descrito por primera vez a finales de los años ochenta en un ejemplar de la rana Dendrobates azurea y en otros animales en Costa Rica, siendo el primer caso de un miembro del grupo fungi Phylum chytridiomycota asociado a vertebrados y específico para anfibios. Todos los hongos pertenecientes a este Phylum descritos anteriormente por la comunidad científica estaban relacionados únicamente con invertebrados y plantas.
¿Por qué el hongo dejó de ser inofensivo y comenzó a enfermar a estos animales con columna vertebral?
Para dilucidar este tipo de interrogantes, el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) estudia la incidencia de los altibajos de la temperatura ocasionados por el cambio climático sobre la incidencia del hongo y su relación con la desaparición de anfibios alrededor del mundo.
Según la doctora Margarita Lampo, investigadora del Laboratorio de Ecología y Genética de Poblaciones del Centro de Ecología del IVIC, a finales de los años ochenta y comienzos de los noventa desaparecieron casi todas las poblaciones de ranas arlequines del género Atelopus que se encuentran en Venezuela. De las 18 especies de anfibios en peligro crítico de extinción, nueve son ranas arlequines que habitan en la Cordillera de Mérida y la Cordillera de La Costa. Este genero "parece ser muy vulnerable al hongo y existe evidencia que sugiere que las disminuciones ocurridas en los años ochenta de al menos cuatro especies de sapitos arlequines, pudieron haber estado asociadas a una epidemia causada por este hongo" dijo.
Para determinar epidemias ocurridas en el pasado, la única fuente de información son muestras de tejido de los ejemplares depositados en los museos "y encontramos una prevalencia alta del hongo justo en los años que antecedieron a las disminuciones poblacionales. Es posible que el hongo no estuviera presente antes, o los niveles de infección eran tan bajos que no eran detectables en las pocas muestras de museo disponibles" explicó la especialista.
Influencia del cambio climático
Varias hipótesis intentan explicar el origen del B. dendrobatidis. Una de ellas sugiere que el hongo ya existía en niveles no detectables, pero como consecuencia del comercio internacional se ha dispersado rápidamente por el mundo entero y ha puesto en peligro la supervivencia de los anfibios como especie, bien sea porque éstos se han hecho más vulnerables a su nocividad o porque las condiciones de crecimiento del hongo han mejorado.
Hay indicios que apoyan esta postura, como la poca variabilidad genética entre las cepas provenientes de distintos continentes. "Pareciera que no es un hongo que tiene años evolucionando de forma independiente en localidades aisladas geográficamente, sino que probablemente su evolución ocurrió en algún sitio y se dispersó recientemente a otras partes" dijo la doctora Lampo.
Otras hipótesis sugieren que eventos climáticos recientes pudieran haber exacerbado el efecto del hongo sobre las ranas en regiones montañosas, poniendo en peligro a varias especies. Pero, ¿cómo se relaciona el efecto del hongo con el cambio climático?
Según la investigadora, las altas temperaturas (por encima de 28 grados centígrados) inhiben el crecimiento del hongo. "Si calientas mucho el ambiente, incluso en cultivos in vitro, el hongo deja de crecer" acotó. Pero si la temperatura promedio del planeta está incrementando ¿por qué el hongo tiene un efecto mayor?
Lo que sucede es que el aumento en la temperatura promedio del planeta trae consigo el incremento de la nubosidad y precipitaciones en las zonas montañosasde allí que haya habido "una disminución en las temperaturas máximas y un aumento en las mínimas, es decir, el coeficiente de variación se ha estrechado. Esta contracción del intervalo de variación de la temperatura en zonas montañosas ha situado a los máximos y mínimos dentro del intervalo óptimo de crecimiento del hongo, lo que probablemente esté favoreciendo su reproducción en regiones montañosas" señaló.
En áreas de baja altitud la situación es diferente y así quedó demostrado con el reciente descubrimiento de dos poblaciones de Atelopus cruciger en la Cordillera de la Costa, estado Aragua, especie que había desaparecido con la epidemia de los años ochenta y que ahora reaparece en tierras bajas, donde el anfibio puede sobrevivir debido a que el hongo no crece óptimamente.
También se cree que el estrés fisiológico producido por algunos escenarios climáticos -por ejemplo, sequías extremas- pudiera exacerbar la vulnerabilidad de las ranas ante la enfermedad.
"En colaboración con la Fundación La Salle de Ciencias Naturales y el Museo del Instituto de Zoología Agrícola Francisco Fernández Yépez, estamos censando mensualmente una de las dos poblaciones conocidas de A. cruciger en la Cordillera de la Costa para determinar su abundancia. También tomamos con hisopos muestras de la capa más superficial de la piel que se desprende para detectar el hongo y cuantificar los niveles de infección" explicó.
Para ello, se extrae ácido dexorribonucleico (ADN) a través de una técnica de biología molecular conocida por sus siglas en inglés como PCR (Polymerase Chain Reaction, que traduce Reacción en Cadena de Polimerasa), que permite amplificar de la piel de las ranas infectadas, secuencias de ADN propias del hongo. "Hasta ahora, sólo un porcentaje muy bajo de ranas de esta población está infectado y los niveles de infección son bajos", agrega la especialista.
"Si no hacemos nada por tratar de preservar a estas especies, pues serán ocho especies que tendremos que eliminar de la diversidad mundial si ocurre una epidemia como la de los años ochenta. Hay una cura para el hongo, pero sólo puede colocarse a un animal en cautiverio, no hay nada diseñado para practicar en el ambiente. La única manera de tratar a los anfibios es trayéndolos a cautiverio y curándolos" finalizó.
La rana toro como factor infeccioso
Otro factor que pudiera incidir en la dispersión y mantenimiento del hongo B. dendrobatidis entre los anfibios es la presencia de la Lithobates catesbeiana, mejor conocida como rana toro, especie originaria de Norteamérica (Estados Unidos, Canadá y México) que fue introducida recientemente en la Cordillera de Mérida. Esta rana se caracteriza por ser portador del hongo. Según Lampo "casi todas las ranas toro están infectadas. Los animales tienen una carga parasitaria bastante elevada comparada con otras especies y sin embargo, no sufren ninguno de los síntomas ni signos clínicos de la enfermedad, la portan pero no la padecen. Además, es una especie que se está dispersando por la Cordillera de Mérida y comparte su hábitat con una especie endémica en peligro de extinción que ya está infectada".
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