10 abril 2019

Científicos contra el cambio climático

Los científicos que estudian el cambio climático están de acuerdo en tres cosas: 1) el clima está cambiando; 2) nosotros somos la principal causa del cambio; 3) las consecuencias son adversas para nuestra sociedad.

La comunidad científica dedica tiempo y esfuerzos a estudiar qué está ocurriendo en nuestro planeta en esta era del Antropoceno: sus hallazgos son valorados, contrastados y validados mediante procedimientos rigurosos, con la finalidad de ofrecer a la sociedad los últimos descubrimientos sobre el tema.

Estos hallazgos deberían servir para que los políticos tomaran las medidas pertinentes, pero hete aquí que los  grupos de presión, activos y poderosos, atacan con todos sus medios los resultados que consigue la comunidad científica.  Y de momento van consiguiendo sus objetivos: la respuesta que se da al problema desde la política es tímida e insuficiente desde todos los puntos de vista.

Los científicos no están preparados - ni deben ocuparse de ello - para enzarzarse en peleas con los grupos de presión, de modo que ante las contundentes respuestas de los negacionistas parece ser que optan por utilizar un "lenguaje calibrado", mesurado y diplomático, para no levantar demasiada povareda.

Pero desde la sociedad civil podemos ayudar a nuestra comunidad científica, divulgando sus hallazgos y presionando desde las redes para que los políticos tomen en serio los peligros que nos acechan y se pongan ¡de una vez! a estudiar cómo implementar medidas para luchar contra la devastación generalizada que está arruinando el planeta.

El Club Nuevo Mundo está centrado en esta tarea, y por eso, además de sus propias actividades, divulga artículos relevantes sobre el tema, como el que publicó recientemente The Conversation titulado "Hablemos claro sobre el cambio climático: las evaluaciones se quedan cortas", que puedes leer aquí.

Netflix muestra el cambio climático en tiempo real...Serie: NUESTRO PLANETA

Es una imagen sorprendente: una morsa que sube un acantilado rocoso. Durante un episodio de Nuestro planeta, la nueva serie documental de Netflix, atestiguamos algo que no debería estar pasando y, según los productores, eso está sucediendo por el cambio climático. Los animales marinos desesperados y expulsados de sus hábitats naturales tratan de adaptarse a las condiciones de otros lugares y, como resultado, terminan muriendo.
Este no es el entorno típico que se ve en los documentales de la naturaleza, pero Nuestro planeta tiene un objetivo distinto. Sus creadores colaboraron con el Fondo Mundial para la Naturaleza (y un equipo de científicos) para retratar la manera en que varios ecosistemas en todo el mundo —desde el Ártico congelado hasta la selva tropical y las aguas costeras— se ven afectados por la actividad de los humanos, y lo que puede hacerse para protegerlos o restaurarlos. "Tratamos de llegar al meollo del problema en cada uno de los grandes hábitats del mundo", dijo Keith Scholey, productor ejecutivo de la serie, "y de ser muy claros sobre los elementos de destrucción y las soluciones".
En una entrevista telefónica con Scholey y Adam Chapman, que produjeron y dirigieron dos episodios de la serie, y, en otra por separado, con Sophie Lanfear, quien produjo y dirigió un episodio, nos compartieron sus experiencias al filmar Nuestro planeta.
¿De qué manera influyeron sus intereses como activistas en la filmación y la producción?
SOPHIE LANFEAR: La única razón por la que me mostré interesada en trabajar en Nuestro planeta es que la conservación es el núcleo de la serie. A menudo es algo de último minuto, dos oraciones de comentarios al final de un episodio. Para mí, se trata de diseñar toda la estructura del documental con un mensaje de conservación, y tener el tipo de secuencias visuales que te muestran, no solo te cuentan, lo que está pasando con el mundo.
ADAM CHAPMAN: Establecimos parámetros rigurosos cuando estábamos decidiendo qué hacer. El más evidente fue que debíamos mostrar los comportamientos animales más dinámicos y nuevos que pudiéramos encontrar. Además, lo más importante era que cada secuencia debía representar una verdad más grande de ese hábitat.
LANFEAR: Por ejemplo, cuando estaba diseñando [el segundo episodio] "Mundos congelados", vi absolutamente todos los documentales relevantes que pude encontrar pero ninguno de ellos contaba la historia del hielo marino. El hielo marino no solo es una masa gigantesca de nada. Es un hábitat donde hay seres vivos. Las algas se alimentan de hielo, el kril se alimenta de algas, y las ballenas y los pingüinos se alimentan de kril. Y cuando se pierde el hielo marino, esa superficie blanca y reflejante en el casco superior de nuestro planeta, perdemos el escudo que nos protege de la energía solar. Así que no solamente es malo para los animales que viven ahí, sino para todos nosotros.
¿Cómo fue ver el impacto del cambio climático en tiempo real?
KEITH SCHOLEY: Creo que la parte que me impactó fue el coral blanqueándose en un tramo de 800 kilómetros de la Gran Barrera de Coral. Adopta un color blanco fantasmagórico cuando cambia la temperatura. Expulsa las algas que viven en el coral. Se ve hermoso, pero después mueren.
CHAPMAN: Para mí, la secuencia que me resultó más emotiva fue el desprendimiento de hielo en Groenlandia, que es la secuencia final del primer episodio. Estuvimos esperando a que el glaciar se desprendiera durante varias semanas, sin suerte. Ya casi estábamos empacando.
LANFEAR: Como que pude ver el borde y pensé: "Creo que esa parece una silueta distinta". Pudimos ver que se estaba moviendo ligeramente, así que preparamos todo el equipo por la noche durante la última hora de luz. Cerca de un tercio del glaciar se desprendió en esa ocasión. Sonaba como una zona de guerra. Como un cañón.
CHAPMAN: Después logramos filmar en el terreno y desde un helicóptero que teníamos preparado. Los veinte minutos que pasamos en el helicóptero probablemente fueron los más emocionantes que he vivido en mi carrera fílmica. Pero después de la euforia de lograr ese objetivo, cuando ves la bahía con un enorme iceberg en medio, te das cuenta de lo que eso significa.
LANFEAR: Podíamos ver a través de parte del hielo marino. Era como cristal. En ese momento te das cuenta. El científico Alun Hubbard ha estudiado los núcleos de hielo en esa sección del glaciar, y es hielo de hace miles y miles de años. Algo que tiene miles de años de existencia, destruido en un segundo. Fue muy aleccionador. Y cuando piensas en el hielo marino que está desapareciendo, puedes imaginar que las morsas son como refugiados. Son refugiados árticos.
Las escenas de las morsas son sorprendentes. Ellas no tienen suficiente hielo, así que escalan zonas rocosas y acantilados. Pero no pueden bajar de los acantilados, así que caen y mueren en consecuencia.
LANFEAR: Las escenas de las morsas fueron las más difíciles que haya tenido que presenciar en mi carrera. Cuando estaba planeando la historia, sabía de los megaéxodos que sucedían en esa región, y elegimos el paraje ruso porque era la agrupación más grande del mundo, más grande que las que ocurren en Alaska y Canadá. Sin embargo, se perdió un poco en la traducción con Anatoly Kochnev, el científico ruso que estudia estos sitios. Hay un viejo video de archivo que tenía en la mente: parecían rollos de salchicha que caían. Me imaginaba que quizá las morsas se caerían, pero que al final estarían bien. No estaba preparada para todas esas muertes.
Lo que creemos que está pasando es que las que están en la cima quizá pueden escuchar a las que están en el agua, y pueden sentir que hay agua abajo. Se tambalean en el borde, y simplemente no saben cómo bajar. Un pequeño grupo de unas seis o siete bajaban sin problemas, y todos celebrábamos. Pero la gran mayoría no puede. Básicamente caminan hasta que se termina la colina. Las morsas están acostumbradas a los aterrizajes suaves y poco profundos. Su percepción de la profundidad no ha evolucionado para lidiar con acantilados ni para saber cómo regresar de donde vinieron. Así que es una situación trágica. Es absolutamente descorazonador.
También se podría argumentar que el problema en los océanos no es el plástico, como generalmente se señala en las series documentales sobre la naturaleza, sino la pesca excesiva.
SCHOLEY: Intentamos descubrir cuál es el gran problema de cada hábitat. El plástico es muy malo, no me malentiendan, pero no destruirá el océano. Las dos cosas que lo destruirán son el calentamiento del océano y la pesca excesiva. Estamos dándole una paliza muy dura al océano. Respecto de la pesca excesiva, en la serie tratamos de explicar que los peces llevan de un lado a otro a los nutrientes. Hacen que el sistema siga funcionando. Así que cuando ya no hay peces, se pierde toda la productividad del océano y todo el sistema colapsa.
La serie presenta muchas soluciones para mostrar cómo pueden recuperarse las poblaciones, como desarrollar reservas marinas para contrarrestar la pesca excesiva y restaurar las junglas donde ahora están en riesgo los orangutanes que han evolucionado para usar herramientas como palos (para encontrar y comer sus alimentos).
SCHOLEY: Lo crucial en la secuencia del orangután era señalar que el bebé debe aprender mucho de su madre. La verdadera tragedia acerca de que se estén extinguiendo los orangutanes es que, si la población salvaje se pierde, se perderá el aprendizaje que la especie ha desarrollado gracias a la evolución. Un animal cautivo jamás podría aprender ese comportamiento complejo sin una madre que haya estado en un entorno salvaje.
Creo que los humanos somos como cualquier otro animal. Intentamos hacer lo mejor que podemos por nuestras familias inmediatas. Eso es completamente natural. Lo extraño de los seres humanos es que debemos averiguar cómo no ser como otros animales. Debemos gestionarnos en lo que respecta a la naturaleza. Lo hacemos muy bien con nuestras sociedades. Administramos nuestras economías muy bien. Pero hemos dado por sentado el mundo natural. La naturaleza era algo que debía superarse, y ahora debemos reconstruirla. Y gran parte de esa misión puede lograrse tan solo dejándola en paz. Solo déjenla en paz, y hallará su camino. No tenemos que esforzarnos mucho. Simplemente tenemos que alejarnos.
Copyright: 2019 New York Times News Service

17 junio 2018

Los árboles sagrados de África se mueren

La mayoría de los baobabs más viejos de África se están muriendo desde hace una década, advirtieron este lunes los investigadores que barajan como causa el cambio climático.

"Es chocante y espectacular asistir a lo largo de nuestra vida a una desaparición de tantos árboles de edades milenarias", explicó a la AFP Adrian Patrut, de la Universidad Babes-Bolyai de Rumania y coautor del estudio publicado en la revista Nature Plants.

"En el transcurso de la segunda mitad del siglo XIX, los grandes baobabs de África austral empezaron a morir, pero desde hace 10-15 años, su desaparición aumentó rápidamente a causa de temperaturas muy elevadas y de la sequía", según este investigador.

Con edades comprendidas entre 1.100 y 2.500 años, el baobab, de tronco macizo coronado por ramas que parecen raíces, es una de las siluetas más emblemáticas de las sabanas áridas, reconocibles a varios km a la redonda.

Pero a lo largo de los últimos 12 años, nueve de los 13 ejemplares más viejos murieron total o parcialmente, según el estudio.

Entre estos, tres árboles simbólicos: Panke, en Zimbabue, el baobab más viejo con 2.450 años; el árbol de Platland de Sudáfrica, uno de los más grandes del mundo con un tronco de más de 10 metros de diámetro, y el célebre baobab Chapman de Botsuana, en el que Livingstone grabó sus iniciales y considerado monumento nacional.

"Estas muertes no fueron causadas por una epidemia", afirman los autores que sugieren que el cambio climático podría afectar la capacidad del baobab para sobrevivir, si bien "serán necesarias otras investigaciones para apoyar o rechazar esta hipótesis".

Pero "la región en la que murieron los milenarios baobabs es una en las que el calentamiento se produce más rápidamente en África", según Patrut.

Los investigadores descubrieron esta situación de "una amplitud sin precedentes" cuando estudiaban estos árboles para entender sus extraordinarias medidas. Para ello, entre 2015 y 2017, examinaron más de 60 baobabs, los mayores existentes y por lo tanto los más viejos.

Recorriendo Zimbabue, Sudáfrica, Namibia, Mozambique, Botsuana y Zambia, recolectaron muestras de diferentes partes de los árboles, con las que pudieron determinar su edad.

"Los baobabs producen periódicamente troncos nuevos, así como otras especies producen ramas", según el estudio. Estos tallos o troncos, a menudo de edades diferentes, se acaban fusionando.
Pero cuando un gran número de tallos muere, el árbol se desmorona. "Antes de empezar nuestras investigaciones, habíamos sido informados de la caída del baobab Grootboom en Namibia, pero creíamos que se trataba de un evento aislado", indicó Patrut.

"La cavidad de un viejo baobab de Zimbabue es tan grande que en ella se puede albergar a casi 40 personas", subraya en su página web el parque nacional Kruger de Sudáfrica.

Durante mucho tiempo, fueron utilizados paralelamente por los exploradores y viajeros para guiarse.

Fuente: AFP

Los volcanes con más posibilidades hacer erupción próximamente


 
Si el Yellowstone erupcionara, su flujo de lava se extendería entre 50 y 65 kilómetros, lo que equivale a decir que cubriría la distancia desde Montevideo hasta el balneario Los Titanes. Las investigaciones en torno a la caldera del parque Yellowstone sostienen que su erupción no se producirá pronto, pero que cuando lo haga, a pesar de que es una de las regiones volcánicas más monitoreadas del planeta, su inminente actividad podría ser advertida solamente alrededor de un año antes. El mayor problema a enfrentar si tal evento sucediera, sin embargo, no serían los kilómetros cubiertos por la lava, sino las toneladas de ceniza, que podrían producir cambios drásticos en las temperaturas del planeta y destruirían grandes zonas de cultivo.

Si bien sigue siendo imposible predecir con exactitud cuándo un volcán hará erupción, los expertos siempre tienen sus listas de candidatos que estiman lo harán pronto.

Sin embargo, esas listas dependen de cada quien. En geología, la idea de "pendiente" de entrar erupción no significa lo mismo que en términos humanos y, además, los candidatos cambian según a quién se le consulte. Así lo ejemplifica Ben Edwards, docente de ciencias terrestres en el Dickinson College, para el portal Gizmodo en español: "Considerando que Yellowstone tiene una gran erupción cada 600.000 o 700.000 años, es probable que tenga otra gran erupción en los próximos 100.000 años. Eso le parece mucho tiempo a los humanos, pero desde la perspectiva de un planeta que tiene 4.500 millones de años, cien mil años en el futuro es relativamente pronto".


El método utilizado actualmente para prever la erupción de un volcán es la observación y análisis de su comportamiento previo. Conocer la historia permite especular sobre lo que sucederá con él en el futuro. Esto implica suponer que el volcán continuará teniendo un comportamiento similar al que ha desarrollado a lo largo de su historia.

En tierra firme hay 550 volcanes de los cuales, de acuerdo con Tracy K.P. Gregg, geóloga en la Universidad de Búfalo, solo aquellos ubicados cerca de áreas pobladas de países de primer mundo son vigilados de forma regular. En este sentido, Gregg sostiene: "Simplemente no tenemos el tiempo, las personas y el dinero para monitorear y estudiar cada volcán activo". Para ella, es altamente probable que los volcanes que más debieran ser investigados y vigilados sean aquellos de los que no se conoce mucho, como el Tambora de Indonesia o el Iwo Jima, en el sur de Japón.

Edwards, por su parte, entiende que los volcanes que la comunidad científica debería estar vigilando son aquellos que han entrado en erupción en los últimos 10.000 años. Según el profesor, se debería comenzar a retirar gradualmente a la población de las zonas de riesgo ya conocidas y aumentar la vigilancia de los volcanes ubicados en ellas.

El programa Década de Volcanes de la Asociación Internacional del Vulcanismo y Química del Interior de la Tierra (IAVCEI, por su sigla en inglés), elaboró una lista que comprende a aquellos volcanes que a la fecha necesitan mayor vigilancia. Esto no implica necesariamente que vayan a entrar en erupción a la brevedad, sino que son cárteres cercanos a zonas pobladas y potencialmente volátiles. Lo que significa que son propensos a generar flujos de lava, cenizas, fragmentos de piedra, gases volcánicos y lahares (flujos de sedimento y agua que se movilizan desde las laderas).

Los primeros 16 volcanes de la lista de IAVCEI son los siguientes:

  • Avachinsky-Koryaksky en Kamchatka, Rusia
  • Colima en Jalisco, México
  • Galeras en Nariño, Colombia
  • Mauna Loa en Hawai, Estados Unidos
  • Etna en Sicilia, Italia
  • Merapi en Java Central, Indonesia
  • Nyiragongo en Kivu del norte, la República Democrática del Congo
  • Rainier en Washington, Estados Unidos
  • Vesuvius en Campania, Italia
  • Unzen en Nagasaki/Kumamoto, Japón
  • Sakurajima en Kagoshima, Japón
  • Santa María en Quetzaltenango, Guatemala
  • Santorini en Egeo Meridional, Grecia
  • Volcán Taal en Calabarzon, Filipinas
  • Teide en las Islas Canarias, España
  • Ulawun en Nueva Bretaña, Papúa Nueva Guinea

Debido a que los científicos no pueden comprobar cuáles son los volcanes más propensos a erupcionar, la lista no es más que una conjetura de observaciones y análisis. Por eso no incluye a volcanes como el de Fuego, que días atrás mató a más de 100 personas, o al St. Helens, que tuvo su gran erupción en 1980. Por otra parte, el Monte Kilauea en Hawai, que erupcionó el pasado mes de mayo, no está en la lista porque no se considera una amenaza para la vida humana. En comparación, su lava y gases tóxicos no representan el mismo peligro que los de los volcanes que expulsan grandes cantidades de ceniza y de sedimentos gaseosos y sólidos.

En la lista personal de Edwards, por otra parte, también están incluidos el Katla y Hekla en Islandia, Villarrica y Llaima en Chile, Klyuchevskoy en Rusia, Veniaminof en Alaska y Etna en Sicilia. De acuerdo con el docente, estos volcanes, todos ellos cubiertos de nieve y hielo, tienen probabilidades importantes de entrar en erupción entre los próximos 10 o 50 años. Las erupciones en montañas congeladas son especialmente peligrosas porque la caída del deshielo suele generar lahares de mucho alcance, lo cual produce un fenómeno similar al hormigón mojado.

04 abril 2018

¿Por qué se está abriendo la tierra en Kenia?



La grieta que divide Kenia en dos. Foto: Reuters

Una grieta de varios kilómetros de largo y una veintena de metros de ancho terminará dividiendo al continente africano en dos, dicen los expertos.



Carreteras, postes de luz, casas y otras edificaciones, todas han sido devoradas por la enorme grieta de unos 15 metros de profundidad, una veintena de metros de ancho y varios kilómetros de longitud que ha aparecido al sureste de Kenia y que con los años teminará dividiendo al continente africano en dos.
Según los geólogos, se espera que estos fenómenos se repitan en Somalia, Tanzania y Etiopía como parte de un proceso natural que tomaría unos 50 mil años y resultaría en la separación del Cuerno de África del resto del continente a través del Valle del Rift de África Oriental.

Este proceso geológico es el mismo que hace 138 millones de años provocó que América del Sur y África se separaran.

29 noviembre 2017

Erupción volcánica puede aniquilar la civilización.


Una erupción volcánica capaz de aniquilar la civilización podría producirse antes de lo esperadoas erupciones volcánicas regulares, como la reciente actividad del volcán Agung en Bali, podrían ser suficientes para forzar el cierre de aeropuertos, pero una súper erupción tendría el potencial de destruir la civilización humana tal y como la conocemos, concluye un nuevo estudio citado por Independent.

A diferencia de la actual erupción del Agung, las súper erupciones son capaces de cubrir continentes enteros con cenizas volcánicas y cambiar los patrones climáticos en todo el mundo durante décadas.

Y precisamente, una de las últimas súper erupciones conocidas también tuvo lugar en Indonesia. La erupción ocurrida hace unos 75.000 años donde hoy se encuentra el lago Toba en la isla de Sumatra, lanzó al aire unos 3.000 kilómetros cúbicos de roca y ceniza.

Los científicos han estimado que estas potentes erupciones ocurren en períodos entre 45.000 y 714.000 años, un lapso de tiempo que el profesor Jonathan Rougier, autor del nuevo estudio, describió como "cómodamente más extenso que nuestra civilización".
El volcán Agung visto desde Kubu, Bali, Indonesia, 28 de noviembre de 2017. La erupción del volcán Agung podría enfriar el planeta temporalmente

Ahora, una nueva investigación de Rougier y su equipo de la Universidad de Bristol, publicado en 'Earth and Planetary Science Letters', sugiere que la próxima erupción de esa envergadura podría desencadenarse mucho antes de lo que creemos.

El equipo de Rougier, que se sirvió de datos de registros geológicos, pronostica que un nuevo cataclismo de semejantes características podría producirse dentro de entre 5.200 y 48.000 años, con un "mejor valor aproximado" de 17.000 años.

Por su parte, Marc Reichow, un geoquímico de la Universidad de Leicester, expresó que aunque el estudio se basa en un "análisis estadístico sólido […] la naturaleza, incluidas las erupciones volcánicas, no funciona necesariamente como un reloj de trabajo".

15 noviembre 2017

¿Qué pasaría con el mundo si el supervolcán de Yellowstone entrara en erupción ?

El supervolcán del parque nacional de Yellowstone (EE.UU.) es, esencialmente, una caldera gigante con tapa, y tan vasta que sólo se le puede ver desde la órbita baja de la Tierra. Su cráter mide 72 kilómetros de ancho, y sus ductos subyacentes contienen varias decenas de miles de kilómetros cúbicos de material magmático.
¿Qué pasaría si tan sólo parte de esa furza subyacente irrumpe repentinamente en una horrible erupción? No es ciencia ficción: catástrofes similares han ocurrido antes.

Posibles escenarios

En este momento, según Michael Poland, uno de los vulcanólogos más respetados de EE.UU. y científico a cargo del Observatorio del Volcán de Yellowstone, esa caldera de magma se encuentra en estado de latencia, recoge el portal IFL Science.
Sin embargo, una nueva inyección de magma o un debilitamiento repentino de las capas geológicas que la cubren, podría ser suficiente para desencadenar un evento de despresurización inmediata, y todo el contenido del sistema saldría violentamente a la superficie y subiría en la atmósfera.
El peor de los escenarios, según Poland, sería que toda su "barriga magmática" se vacíe en una colosal explosión supervolcánica. Esto ha sucedido en Yellowstone tres veces, en ciclos de entre 660.000 y 800.000 años: sucedió hace 2,1 millones de años, hace 1,3 millones de años y hace 640.000 años.
La última de esas explosiones creó una columna eruptiva tan colosal que cubrió alrededor de 60 % del territorio actual de Estados Unidos con gruesas capas de ceniza. Si este tipo de explosión vuelve a suceder, ¿qué pasaría con EE.UU. y el resto del mundo?
Foto ilustrativa / flickr.com / James St. John

Día X

  • Poco antes de que ocurriera la erupción, el suelo alrededor del parque nacional de Yellowstone se elevaría un poco.
  • Los géiseres y las fuentes de aguas termales se calentarían rápidamente a temperaturas superiores a la ebullición, y es probable que se volverían extremadamente ácidas.
  • Se registraría una serie de terremotos en dirección al centro de la caldera, lo que indicaría que el magma se eleva rápidamente a través de la corteza. Entonces, la roca que tapona su techo fallaría y la erupción comenzaría.
  • Una vasta columna de ceniza y lava se dispararía hacia arriba, a alturas de alrededor de 25 kilómetros. Se mantendría durante días y se esparciría por la estratosfera.
  • Cuando la columna eruptiva finalmente se quiebre, enormes flujos piroclásticos se abrirían camino a través del parque. Estas mezclas de ceniza, lava y gas sobrecalentados excederían en su temperatura los 1.000 ° C y podrían moverse a velocidades de hasta 482 kilómetros por hora.
  • Luego, los flujos piroclásticos y los depósitos de cenizas se asentarían y se enfriarían. Si llueve mucho después de la erupción, se mezclarían con barro y se convertirían en lodos de cemento. Cualquier ser vivo que quede atascado en uno, es muy probable que muera.
Foto ilustrativa / pixabay.com

Cielos oscuros

  • El aspecto más peligroso de la erupción, sin embargo, sería la lluvia de cenizas, tanto a nivel local como global. Según Poland, si alguien respira ese aire, se le desgarrarían los pulmones.
  • La ceniza resultante vendría a ser unas seis veces más densa que el agua, lo que significa que una gran parte de las construcciones humanas -su arquitectura- colapsaría bajo su peso a medida que se acumule en los tejados, señala Poland.
  • Las carreteras y los sistemas de alcantarillado se obstruirían y colapsarían, los suministros de agua se contaminarían y las redes eléctricas se cortarían. Millones de hogares podrían volverse inhabitables.
  • Un área de unos 80 kilómetros cuadrados, alrededor del cráter, quedaría cubierta por 3 metros de ceniza en sólo unos pocos días.
  • Los vuelos se cancelarían o desviarían fuera de los Estados Unidos, al menos por unas semanas.
  • La cifra de muertos es extremadamente difícil de predecir, pero Poland sugiere que "si la gente estuviera presente en las proximidades de la erupción, dentro de unas decenas o quizás unos cientos de kilómetros, estarían en peligro".
Foto ilustrativa / pixabay.com

Daños catastróficos

  • La inyección de ceniza en la estratosfera podría oscurecer el cielo y enfriar no sólo  temperaturas regionales, sino de todo el planeta.
  • Si la erupción es particularmente rica en azufre, un eficiente bloqueador de la luz solar, entonces las temperaturas se desplomarían en varios grados, hasta el punto de que en los próximos años no se conocería un verano.
  • Las rutas y los tiempos de los monzones cambiarían. La formación de ciclones tropicales sería mucho más impredecible durante un tiempo.
  • La propagación de enfermedades transmitidas por el agua podría tomar caminos muy erráticos.
  • La agricultura también sufriría, lo que podría afectar seriamente el suministro de alimentos. Esto se sumaría al daño económico general, que sería muy grave.

¿Adiós al mundo?

El Servicio Geológico de EE.UU. (USGS, por sus siglas en inglés) señala que "los científicos en este momento no tienen capacidad predictiva para determinar las consecuencias o duraciones específicas de los posibles impactos globales de erupciones tan grandes". Sin embargo, pase lo que pase, Yellowstone no causará que la civilización se derrumbe.
"No supondría el fin de la vida en la Tierra", asegura Poland. "De hecho, este experimento ya se ha producido, aunque pocas personas se dan cuenta". El volcanólogo apunta a la erupción de Toba, que ocurrió hace 74.000 años, y que "era más grande que cualquier cosa que Yellowstone haya producido alguna vez".
Evidentemente, la humanidad sobrevivió a eso, e incluso "sin el beneficio de la tecnología", según concluye Poland.