Si el Yellowstone
erupcionara, su flujo de lava se extendería entre 50 y 65 kilómetros, lo
que equivale a decir que cubriría la distancia desde Montevideo hasta
el balneario Los Titanes. Las investigaciones en torno a la caldera del
parque Yellowstone sostienen que su erupción no se producirá pronto,
pero que cuando lo haga, a pesar de que es una de las regiones
volcánicas más monitoreadas del planeta, su inminente actividad podría
ser advertida solamente alrededor de un año antes. El mayor problema a
enfrentar si tal evento sucediera, sin embargo, no serían los kilómetros
cubiertos por la lava, sino las toneladas de ceniza, que podrían
producir cambios drásticos en las temperaturas del planeta y destruirían
grandes zonas de cultivo.
Si bien sigue siendo imposible predecir con exactitud cuándo un
volcán hará erupción, los expertos siempre tienen sus listas de
candidatos que estiman lo harán pronto.
Sin
embargo, esas listas dependen de cada quien. En geología, la idea de
"pendiente" de entrar erupción no significa lo mismo que en términos
humanos y, además, los candidatos cambian según a quién se le consulte.
Así lo ejemplifica Ben Edwards, docente de ciencias terrestres en el
Dickinson College, para el portal Gizmodo en español: "Considerando que
Yellowstone tiene una gran erupción cada 600.000 o 700.000 años, es
probable que tenga otra gran erupción en los próximos 100.000 años. Eso
le parece mucho tiempo a los humanos, pero desde la perspectiva de un
planeta que tiene 4.500 millones de años, cien mil años en el futuro es
relativamente pronto".
El método utilizado
actualmente para prever la erupción de un volcán es la observación y
análisis de su comportamiento previo. Conocer la historia permite
especular sobre lo que sucederá con él en el futuro. Esto implica
suponer que el volcán continuará teniendo un comportamiento similar al
que ha desarrollado a lo largo de su historia.
En
tierra firme hay 550 volcanes de los cuales, de acuerdo con Tracy K.P.
Gregg, geóloga en la Universidad de Búfalo, solo aquellos ubicados cerca
de áreas pobladas de países de primer mundo son vigilados de forma
regular. En este sentido, Gregg sostiene: "Simplemente no tenemos el
tiempo, las personas y el dinero para monitorear y estudiar cada volcán
activo". Para ella, es altamente probable que los volcanes que más
debieran ser investigados y vigilados sean aquellos de los que no se
conoce mucho, como el Tambora de Indonesia o el Iwo Jima, en el sur de
Japón.
Edwards, por su parte, entiende que los
volcanes que la comunidad científica debería estar vigilando son
aquellos que han entrado en erupción en los últimos 10.000 años. Según
el profesor, se debería comenzar a retirar gradualmente a la población
de las zonas de riesgo ya conocidas y aumentar la vigilancia de los
volcanes ubicados en ellas.
El programa Década
de Volcanes de la Asociación Internacional del Vulcanismo y Química del
Interior de la Tierra (IAVCEI, por su sigla en inglés), elaboró una
lista que comprende a aquellos volcanes que a la fecha necesitan mayor
vigilancia. Esto no implica necesariamente que vayan a entrar en
erupción a la brevedad, sino que son cárteres cercanos a zonas pobladas y
potencialmente volátiles. Lo que significa que son propensos a generar
flujos de lava, cenizas, fragmentos de piedra, gases volcánicos y
lahares (flujos de sedimento y agua que se movilizan desde las laderas).
Los primeros 16 volcanes de la lista de IAVCEI son los siguientes:
- Avachinsky-Koryaksky en Kamchatka, Rusia
- Colima en Jalisco, México
- Galeras en Nariño, Colombia
- Mauna Loa en Hawai, Estados Unidos
- Etna en Sicilia, Italia
- Merapi en Java Central, Indonesia
- Nyiragongo en Kivu del norte, la República Democrática del Congo
- Rainier en Washington, Estados Unidos
- Vesuvius en Campania, Italia
- Unzen en Nagasaki/Kumamoto, Japón
- Sakurajima en Kagoshima, Japón
- Santa María en Quetzaltenango, Guatemala
- Santorini en Egeo Meridional, Grecia
- Volcán Taal en Calabarzon, Filipinas
- Teide en las Islas Canarias, España
- Ulawun en Nueva Bretaña, Papúa Nueva Guinea
Debido
a que los científicos no pueden comprobar cuáles son los volcanes más
propensos a erupcionar, la lista no es más que una conjetura de
observaciones y análisis. Por eso no incluye a volcanes como el de
Fuego, que días atrás mató a más de 100 personas, o al St. Helens, que
tuvo su gran erupción en 1980. Por otra parte, el Monte Kilauea en
Hawai, que erupcionó el pasado mes de mayo, no está en la lista porque
no se considera una amenaza para la vida humana. En comparación, su lava
y gases tóxicos no representan el mismo peligro que los de los volcanes
que expulsan grandes cantidades de ceniza y de sedimentos gaseosos y
sólidos.
En la lista personal de Edwards, por
otra parte, también están incluidos el Katla y Hekla en Islandia,
Villarrica y Llaima en Chile, Klyuchevskoy en Rusia, Veniaminof en
Alaska y Etna en Sicilia. De acuerdo con el docente, estos volcanes,
todos ellos cubiertos de nieve y hielo, tienen probabilidades
importantes de entrar en erupción entre los próximos 10 o 50 años. Las
erupciones en montañas congeladas son especialmente peligrosas porque la
caída del deshielo suele generar lahares de mucho alcance, lo cual
produce un fenómeno similar al hormigón mojado.
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