NACIONES UNIDAS (AP) - Pocas semanas antes de una conferencia internacional sobre el cambio climático, Naciones Unidas redujo sus expectativas de alcanzar un acuerdo sobre un nuevo tratado para hacer frente al calentamiento global.
Janos Pasztor, director del Equipo de Apoyo para el Cambio Climático, afirmó el lunes que "es difícil determinar hasta dónde será capaz de avanzar la conferencia" debido a que el Congreso de Estados Unidos no ha convenido un proyecto sobre el clima, y las naciones industrializadas tampoco han coincidido en los objetivos para reducir sus emisiones de anhídrido carbónico o para financiar la ayuda a países en desarrollo a fin de limitar sus emisiones.
El secretario general Ban Ki-moon, quien hizo de un nuevo tratado su prioridad, presidió una cumbre el 22 de septiembre y realizó numerosos viajes en procura de un acuerdo global que reemplace el Protocolo de Kioto de 1997 que sólo requiere que 37 naciones industriales reduzcan sus emisiones.
Pasztor dijo en una conferencia de prensa que "hay una intensa actividad de gobiernos para configurar" la conferencia sobre cambio climático en Copenhague a principios de diciembre, lo que consideró "un acontecimiento positivo". Pero anticipó que Copenhague probablemente no producirá un tratado.
"El secretario general cree que debemos mantener el impulso político establecido por los 101 jefes de estado y de gobierno que asistieron a la cumbre sobre cambio climático y seguir en busca de un acuerdo ambicioso, políticamente obligatorio, en Copenhague que abra el camino para futuras negociaciones que lleven a un acuerdo global legalmente obligatorio", dijo Pasztor.
Ban visitó Seattle el lunes para promover acciones sobre el cambio climático. El secretario general de la ONU dijo en una conferencia de prensa que todavía cree que Estados Unidos producirá una medida ambiciosa que estimule a otras naciones a tomar medidas para limitar las emisiones de carbono.
"Estoy muy estimulado por el firme compromiso del gobierno de (Barack) Obama", dijo Ban.
Calentamiento Global, Crisis Climatica, Capa de Ozono, Catastrofes Climaticas, Clima, Al Gore, Efecto Invernadero, La Verdad Incomoda, An Incovenient Truth, Climate Crisis,Crisis Climatica,Desastres Naturales,Calentamiento Global,Crisis Climatica Mundial, Huracan Irma, Huracanes, Calentamiento Global, corona virus, covid 19.
28 octubre 2009
24 octubre 2009
Miles de manifestantes en el Día Internacional de Acción Climática
Miles de manifestantes salieron a la calle el sábado desde Sídney hasta Estocolmo, pasando por París, Berlín o Madrid, para movilizar a la opinión pública mundial sobre el problema del calentamiento climático, cuando faltan cinco semanas para la Conferencia de Copenhague.
Este Día internacional contra el cambio climático comenzó en Sídney, donde miles de manifestantes se dieron cita en el puerto y en la célebre playa de Bondi.
Allí desplegaron banderolas con la cifra "350", en alusión a la concentración de CO2 en la atmósfera: 350 partes por millón (ppm), una cantidad que, según algunos científicos, no hay que sobrepasar para evitar que el calentamiento global se vuelva incontrolable.
Otros manifestantes formaron en la escalinata de la Opera de Sídney el número 350 con sus cuerpos, mientras las campanas de la catedral repicaban 350 veces.
En la Puerta del Sol madrileña, miembros de la Plataforma contra el Cambio Climático, compuesta por organizaciones sociales, ecologistas y sindicales, hicieron una parodia titulada "las consecuencias catastróficas del cambio climático para el planeta".
En un comunicado, esta plataforma llamó a las autoridades a dar prioridad a la lucha contra el calentamiento global a pesar de la crisis económica.
En el centro de París, unas doscientas personas hicieron sonar sus teléfonos móviles y despertadores a las 12H18 exactas, en referencia al 18 de diciembre, día de clausura de la conferencia sobre el clima que comenzará en Copenhague el 7 de ese mes.
Los manifestantes querían así "despertar" a los políticos, empezando por el presidente francés Nicolas Sarkozy, para que se preparen para la conferencia, precedida por una cumbre europea los 29 y 30 de octubre. "Nicolas, despiértate", se leía en una pancarta.
La Conferencia de Copenhague se propone fijar un nuevo tratado internacional sobre el clima para reemplazar al Protocolo de Kioto, que expira en 2012.
Pero el primer ministro danés, Lars Loekke Rasmussen, ya advirtió que las negociaciones no van lo rápido que deberían para alcanzar un acuerdo internacional en Copenhague.
También hubo concentraciones, convocadas por organizaciones defensoras del medio ambiente, de derechos humanos y de solidaridad internacional, en Marsella (sudeste de Francia), donde se celebrará en 2012 la sexta edición del Foro Mundial del Agua.
En Estocolmo, unos treinta manifestantes se juntaron en el centro de la ciudad bajo una banderola que exigía "negociaciones sobre el clima enseguida".
En Berlín, unos 350 manifestantes, que llevaban mascarillas con el retrato de la canciller alemana Angela Merkel, se dieron cita delante de la céntrica Puerta de Brandeburgo. "La hora del ´quizá sí, quizá no´ pasó", afirmaba una banderola.
Los militantes por la defensa del medio ambiente en Estambul se manifestaron en un barco en el que desplegaron una banderola con el lema: "El Sol, el viento, ahora". De forma simbólica colocaron su embarcación bajo el principal puente que atraviesa el Bósforo y une Europa a Asia. "Empleos, clima, justicia", reclamaba otra pancarta.
AFP
Allí desplegaron banderolas con la cifra "350", en alusión a la concentración de CO2 en la atmósfera: 350 partes por millón (ppm), una cantidad que, según algunos científicos, no hay que sobrepasar para evitar que el calentamiento global se vuelva incontrolable.
Otros manifestantes formaron en la escalinata de la Opera de Sídney el número 350 con sus cuerpos, mientras las campanas de la catedral repicaban 350 veces.
En la Puerta del Sol madrileña, miembros de la Plataforma contra el Cambio Climático, compuesta por organizaciones sociales, ecologistas y sindicales, hicieron una parodia titulada "las consecuencias catastróficas del cambio climático para el planeta".
En un comunicado, esta plataforma llamó a las autoridades a dar prioridad a la lucha contra el calentamiento global a pesar de la crisis económica.
En el centro de París, unas doscientas personas hicieron sonar sus teléfonos móviles y despertadores a las 12H18 exactas, en referencia al 18 de diciembre, día de clausura de la conferencia sobre el clima que comenzará en Copenhague el 7 de ese mes.
Los manifestantes querían así "despertar" a los políticos, empezando por el presidente francés Nicolas Sarkozy, para que se preparen para la conferencia, precedida por una cumbre europea los 29 y 30 de octubre. "Nicolas, despiértate", se leía en una pancarta.
La Conferencia de Copenhague se propone fijar un nuevo tratado internacional sobre el clima para reemplazar al Protocolo de Kioto, que expira en 2012.
Pero el primer ministro danés, Lars Loekke Rasmussen, ya advirtió que las negociaciones no van lo rápido que deberían para alcanzar un acuerdo internacional en Copenhague.
También hubo concentraciones, convocadas por organizaciones defensoras del medio ambiente, de derechos humanos y de solidaridad internacional, en Marsella (sudeste de Francia), donde se celebrará en 2012 la sexta edición del Foro Mundial del Agua.
En Berlín, unos 350 manifestantes, que llevaban mascarillas con el retrato de la canciller alemana Angela Merkel, se dieron cita delante de la céntrica Puerta de Brandeburgo. "La hora del ´quizá sí, quizá no´ pasó", afirmaba una banderola.
Los militantes por la defensa del medio ambiente en Estambul se manifestaron en un barco en el que desplegaron una banderola con el lema: "El Sol, el viento, ahora". De forma simbólica colocaron su embarcación bajo el principal puente que atraviesa el Bósforo y une Europa a Asia. "Empleos, clima, justicia", reclamaba otra pancarta.
AFP
18 octubre 2009
Subida de los mares hace peligrar varias grandes ciudades
Esta ciudad de 20 millones de habitantes surgió del mar y es hoy una urbe moderna, con rascacielos que perforan las nubes, erigidos sobre planicies formadas por mareas alimentadas por el imponente río Yangtsé.
El futuro de Shanghai depende ahora de que se encuentren formas de contener precisamente el impacto de esas mareas.
El calentamiento global y el derretimiento de glaciares y de masas de hielo polar hacen que aumente el nivel de los mares en todo el mundo, poniendo en peligro a decenas de millones de personas que viven en zonas costeras y en islas vulnerables a las inundaciones y a otras catástrofes climáticas.
Shanghai se encuentra a escasos tres metros por encima del nivel del mar y es una de decenas de ciudades grandes _incluidas Londres, Miami, Nueva York, Nueva Orleáns, Río de Janeiro, Buenos Aires, Mumbai, El Cairo, Amsterdam y Tokio_ amenazadas por el creciente nivel de las aguas, que suben a un ritmo dos veces más rápido que el pronosticado hace pocos años.
Las estimaciones sobre el crecimiento varían, pero Stefan Rahmstorf, un respetado experto del Instituto Potsdam de Alemania, dice esperar un crecimiento de un metro en este siglo y de hasta cinco metros en los próximos 300 años.
Si bien este es un fenómeno mundial, los peligros más inmediatos probablemente se encuentren en el sudeste asiático.
Las ciudades chinas son de las más comprometidas. Para empezar, tienen enormes poblaciones _tan solo en el delta del Yangtsé hay unos 80 millones de personas_ y crecen rápidamente. Son centros financieros e industriales que podrían sufrir pérdidas monumentales por la subida de las aguas, según los expertos.
El nivel de las aguas crece constantemente en Shanghai, salinizando sus reservas de agua fresca, complicando el drenaje de las aguas contaminadas de las inundaciones y erosionando las tierras del delta que constituyen la cimiente de la ciudad.
Los planificadores no parecen apremiados por buscar soluciones pues aparentemente consideran que tienen tiempo. Shanghai prefiere destinar su dinero a mejorar su infraestructura con la construcción de nuevos puertos, puentes, aeropuertos y zonas industriales sobre la misma costa.
"Shanghai no va a estar debajo del agua en 50 años. No se avecina ninguna catástrofe", afirmó Zheng Hongbo, geólogo que dirige la Facultad de Ciencias de la Tierra e Ingeniería en la Universidad de Nanjing.
"En el plano científico, sin embargo, esto es un problema, nos guste o no", afirmó Zheng, señalando hacia los sectores de la costa de Shanghai que se cree están siendo consumidos por la erosión causada por el creciente nivel de las aguas.
La leyenda dice que el emperador Yu el Grande controló las inundaciones en el período neolítico dragando nuevos canales capaces de absorber el exceso de agua. En los tiempos modernos, la ciudad se hunde desde hace décadas, gracias al bombeo de aguas subterráneas y a la construcción de miles de rascacielos.
Los ingenieros refuerzan hoy las esclusas y diques construidos para contener las aguas de los ríos, que suben por la acumulación de lodo y el hundimiento de la ciudad.
"De niños jugábamos en la ribera de los ríos y nadábamos en el agua, pero el río es más profundo hoy", comenta Ma Shikang, ingeniero que supervisa la principal esclusa de Shanghai, mientras apunta hacia casas por debajo del nivel de las aguas cerca de la famosa ribera del Bund, el nombre que dieron los británicos a la zona del malecón de la ciudad.
Dos veces al día, la esclusa de 100 metros de extensión, por la que el riachuelo Suzhou vuelca sus aguas en el río Huangpu, es abierta para regular el flujo de las aguas por el vasto laberinto de canales y arroyos.
La esclusa tiene una altura de 5,86 metros y se supone que puede resistir una subida de las aguas de esas que ocurren una vez cada mil años. La subida más grande que ha enfrentado Shanghai en los tiempos modernos fue de 5,72 metros durante un tifón de 1997.
Los diques a lo largo del Bund y de otras vías fluviales tienen 6,9 metros de altura y ofrecen mejor protección que las que tienen ciudades como Miami y Nueva York, pero de todos modos serían desbordadas si se produce una creciente como la que ocurrió con el huracán Katrina de Nueva Orleáns, que fue de 8,5 metros.
Shanghai contempla construir barreras más altas todavía, como las de Londres, Venecia y Holanda.
Casi una cuarta parte de la humanidad vive en zonas costeras bajas y sigue llegando más gente a esos sectores.
Un estudio de la Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica (ODCE) estimó en 2007 que 40 millones de personas viven en áreas vulnerables a inundaciones graves y que para el 2070 esa cifra podría llegar a los 150 millones.
Las condiciones climáticas extremas agravarán situaciones ya de por sí precarias. En septiembre, por ejemplo, la tormenta Kestana dejó el 80% de Manila bajo el agua. Haikou, en el sur de China, también sufrió tremendas inundaciones y Vietnam tuvo que evacuar más de 350.000 personas por el paso de la tormenta.
Algunas islas del Pacífico, como la pequeña Tuvalu, podrían ser sumergidas por las aguas en un futuro cercano. El ministerio del ambiente de Vietnam calcula que más de un tercio del delta del Mekong, donde se cultiva casi la mita del arroz que produce el país, quedará sumergido si las aguas del mar suben un metro.
Bangladesh está gastando miles de millones de dólares en diques y barreras, y busca ayuda internacional para evitar inundaciones que podrían desplazar a hasta 35 millones de personas.
Si bien la mayor parte de China es árida, tiene zonas costeras bajas que deben ser evacuadas cuando hay tifones y muchas de sus ciudades más grandes corren peligro, según el informe de la ODCE.
"China ha tenido un enorme desplazamiento de gente hacia las zonas costeras, pero hubiera sido mejor evitar la llegada de gente a esas áreas bajas de la costa", dijo Gordon McGranahan, director del departamento de asentamientos humanos del Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo.
Restos de antiguas barreras marinas indican que buena parte de lo que es hoy Shanghai estaba bajo el agua o eran pantanos hasta el siglo VII u VIII d.C.. A lo largo de miles de años, muchos asentamientos humanos desaparecieron o se trasladaron a otros sitios al crecer el nivel de las aguas.
En el futuro es posible que, para evitar tener que irse, se construyan edificios capaces de soportar la subida del nivel de las aguas, según el arquitecto Hui-Li Lee.
"Hay muchas cosas que están fuera de nuestro control, pero si sabemos que va a haber inundaciones, hay que tomar medidas", manifestó. "Al observar un mapa, hay que pensar que en 30 o 50 años esa zona puede estar debajo del nivel del mar". (AP)
El futuro de Shanghai depende ahora de que se encuentren formas de contener precisamente el impacto de esas mareas.
El calentamiento global y el derretimiento de glaciares y de masas de hielo polar hacen que aumente el nivel de los mares en todo el mundo, poniendo en peligro a decenas de millones de personas que viven en zonas costeras y en islas vulnerables a las inundaciones y a otras catástrofes climáticas.
Shanghai se encuentra a escasos tres metros por encima del nivel del mar y es una de decenas de ciudades grandes _incluidas Londres, Miami, Nueva York, Nueva Orleáns, Río de Janeiro, Buenos Aires, Mumbai, El Cairo, Amsterdam y Tokio_ amenazadas por el creciente nivel de las aguas, que suben a un ritmo dos veces más rápido que el pronosticado hace pocos años.
Las estimaciones sobre el crecimiento varían, pero Stefan Rahmstorf, un respetado experto del Instituto Potsdam de Alemania, dice esperar un crecimiento de un metro en este siglo y de hasta cinco metros en los próximos 300 años.
Si bien este es un fenómeno mundial, los peligros más inmediatos probablemente se encuentren en el sudeste asiático.
Las ciudades chinas son de las más comprometidas. Para empezar, tienen enormes poblaciones _tan solo en el delta del Yangtsé hay unos 80 millones de personas_ y crecen rápidamente. Son centros financieros e industriales que podrían sufrir pérdidas monumentales por la subida de las aguas, según los expertos.
El nivel de las aguas crece constantemente en Shanghai, salinizando sus reservas de agua fresca, complicando el drenaje de las aguas contaminadas de las inundaciones y erosionando las tierras del delta que constituyen la cimiente de la ciudad.
Los planificadores no parecen apremiados por buscar soluciones pues aparentemente consideran que tienen tiempo. Shanghai prefiere destinar su dinero a mejorar su infraestructura con la construcción de nuevos puertos, puentes, aeropuertos y zonas industriales sobre la misma costa.
"Shanghai no va a estar debajo del agua en 50 años. No se avecina ninguna catástrofe", afirmó Zheng Hongbo, geólogo que dirige la Facultad de Ciencias de la Tierra e Ingeniería en la Universidad de Nanjing.
"En el plano científico, sin embargo, esto es un problema, nos guste o no", afirmó Zheng, señalando hacia los sectores de la costa de Shanghai que se cree están siendo consumidos por la erosión causada por el creciente nivel de las aguas.
La leyenda dice que el emperador Yu el Grande controló las inundaciones en el período neolítico dragando nuevos canales capaces de absorber el exceso de agua. En los tiempos modernos, la ciudad se hunde desde hace décadas, gracias al bombeo de aguas subterráneas y a la construcción de miles de rascacielos.
Los ingenieros refuerzan hoy las esclusas y diques construidos para contener las aguas de los ríos, que suben por la acumulación de lodo y el hundimiento de la ciudad.
"De niños jugábamos en la ribera de los ríos y nadábamos en el agua, pero el río es más profundo hoy", comenta Ma Shikang, ingeniero que supervisa la principal esclusa de Shanghai, mientras apunta hacia casas por debajo del nivel de las aguas cerca de la famosa ribera del Bund, el nombre que dieron los británicos a la zona del malecón de la ciudad.
Dos veces al día, la esclusa de 100 metros de extensión, por la que el riachuelo Suzhou vuelca sus aguas en el río Huangpu, es abierta para regular el flujo de las aguas por el vasto laberinto de canales y arroyos.
La esclusa tiene una altura de 5,86 metros y se supone que puede resistir una subida de las aguas de esas que ocurren una vez cada mil años. La subida más grande que ha enfrentado Shanghai en los tiempos modernos fue de 5,72 metros durante un tifón de 1997.
Los diques a lo largo del Bund y de otras vías fluviales tienen 6,9 metros de altura y ofrecen mejor protección que las que tienen ciudades como Miami y Nueva York, pero de todos modos serían desbordadas si se produce una creciente como la que ocurrió con el huracán Katrina de Nueva Orleáns, que fue de 8,5 metros.
Shanghai contempla construir barreras más altas todavía, como las de Londres, Venecia y Holanda.
Casi una cuarta parte de la humanidad vive en zonas costeras bajas y sigue llegando más gente a esos sectores.
Un estudio de la Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica (ODCE) estimó en 2007 que 40 millones de personas viven en áreas vulnerables a inundaciones graves y que para el 2070 esa cifra podría llegar a los 150 millones.
Las condiciones climáticas extremas agravarán situaciones ya de por sí precarias. En septiembre, por ejemplo, la tormenta Kestana dejó el 80% de Manila bajo el agua. Haikou, en el sur de China, también sufrió tremendas inundaciones y Vietnam tuvo que evacuar más de 350.000 personas por el paso de la tormenta.
Algunas islas del Pacífico, como la pequeña Tuvalu, podrían ser sumergidas por las aguas en un futuro cercano. El ministerio del ambiente de Vietnam calcula que más de un tercio del delta del Mekong, donde se cultiva casi la mita del arroz que produce el país, quedará sumergido si las aguas del mar suben un metro.
Bangladesh está gastando miles de millones de dólares en diques y barreras, y busca ayuda internacional para evitar inundaciones que podrían desplazar a hasta 35 millones de personas.
Si bien la mayor parte de China es árida, tiene zonas costeras bajas que deben ser evacuadas cuando hay tifones y muchas de sus ciudades más grandes corren peligro, según el informe de la ODCE.
"China ha tenido un enorme desplazamiento de gente hacia las zonas costeras, pero hubiera sido mejor evitar la llegada de gente a esas áreas bajas de la costa", dijo Gordon McGranahan, director del departamento de asentamientos humanos del Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo.
Restos de antiguas barreras marinas indican que buena parte de lo que es hoy Shanghai estaba bajo el agua o eran pantanos hasta el siglo VII u VIII d.C.. A lo largo de miles de años, muchos asentamientos humanos desaparecieron o se trasladaron a otros sitios al crecer el nivel de las aguas.
En el futuro es posible que, para evitar tener que irse, se construyan edificios capaces de soportar la subida del nivel de las aguas, según el arquitecto Hui-Li Lee.
"Hay muchas cosas que están fuera de nuestro control, pero si sabemos que va a haber inundaciones, hay que tomar medidas", manifestó. "Al observar un mapa, hay que pensar que en 30 o 50 años esa zona puede estar debajo del nivel del mar". (AP)
11 octubre 2009
España apuesta por una Antártida Verde
Hace 400 años, un almirante palentino llamado Gabriel de Castilla atisbó desde su barco, mientras perseguía a unos piratas, un paisaje helado que hoy conocemos como el sexto continente, la Antártida.
Una base de investigación española en la isla Decepción, junto a la península antártica, fue bautizada hace ahora 20 años con su nombre. En estas dos décadas, la Base Gabriel de Castilla, gestionada por el Ejército de Tierra, se ha convertido en una moderna instalación científica que este año recibirá la certificación medio ambiental por su especial cuidado con el entorno.
Este es uno de los objetivos con los que se inicia, en unas semanas, la campaña de 2009-2010 en Isla Decepción, con una duración de 107 días. Está previsto que este año pasen por allí 18 militares, que se encargan de la logística, y 52 investigadores de diferentes instituciones, con 11 proyectos científicos.
No muy lejos se encuentra la otra instalación antártica española, la Base Juan Carlos I, gestionada por el CSIC, y ambas se completan con el buque Oceanográfico Hespérides y el buque Las Palmas.
Situada a 13.000 kilómetros de distancia de España, la Gabriel de Castilla de hoy poco tiene que ver con aquel pequeño refugio de sus primeros años, dentro de la bahía del cráter inundado de un volcán.
Así lo reconocían muchos de sus visitantes en el I Foro Antártico, organizado por el Ministerio de Defensa, que se celebró hace unos días en Zaragoza. Muchos señalaban que la sensación en el exterior es la misma que "dentro de una nevera", con temperaturas que oscilan entre 5 y 50 grados bajo cero.
El general Álvaro de la Peña Cuesta, coordinador de la misión, recordaba la exigente selección de los militares que cada año van a la Base, en esta ocasión bajo la batuta del comandante José Gonzálvez Vallés. Los 18 elegidos (entre ellos dos mujeres, las cocineras), han tenido que realizar cursos especiales de entrenamiento para esta campaña. Incluso han aprendido a hacer pan.
Para conseguir el certificado medioambiental, una prioridad para los mandos de la Base, se ha adaptado la recogida selectiva de basuras:todo lo que no se quema en la incineradora que tienen (es decir, todo lo que contamina el aire), se saca de la isla; también se ha fijado un consumo máximo de agua (180 litros por persona al día) y se intentan minimizar las emisiones contaminantes.
Aún así, tener un suministro energético sostenible es el reto que todos los países quieren alcanzar. Bélgica presentó este año una base que, en teoría, funciona sólo con energías limpias. Pero, al parecer les está dando problemas.
Varios de los expertos reunidos en Zaragoza apostaban por las posibilidades de la energía geotérmica en una región volcánica, como es Isla Decepción.
Juan José Dañobeitia, de la Base Juan Carlos I, señalaba que allí sí utilizan energías renovables para mantener activa todo el año una web que envía información sobre la instalación, pero reconocía que "debe haber un equilibrio entre lo renovable y lo sostenible" para que todo funcione.
Esa protección ambiental, prioritaria en el Tratado Antártico, es también el eje de muchos de los trabajos científicos que se realizan en la base. Así lo explicó Margarita Yela, coordinadora del Programa Polar de Investigación, quien destacaba la importancia de la Gabriel de Castilla en los estudios del cambio climático, ecología química, vulcanología, astrobiología y un largo etcétera.
El geólogo Jerónimo López fue el encargado de poner de manifiesto la importancia de estar presentes en la Antártida: "Las zonas del planetas que más se han calentado en 50 años son los polos. Hasta 3ºC algunas zonas en la Antártida, aunque a la vez aumenta el mar helado, y ello puede cambiar la circulación oceánica global", argumentó.
Por su parte, el biólogo Javier Benayas del Álamo, que el año pasado inició un proyecto sobre el impacto humano en la Antártida, puso el dedo en la llaga del turismo comercial que amenaza al continente: más de 45.000 turistas pasaron por allí en la campaña 2007/08 en barcos gigantescos.
Su rastro de basura, pintadas e hidrocarburos son impactos que, según Benayas, "se acabarían con un mayor control", que podría ser realizado por los responsables de las bases de investigación que allí tienen los países.
El general Jaime Domínguez reconocía que ese control de tránsito de buques, que podrían sufrir un accidente en una zona que es muy peligrosa, sí es necesario, si bien aclaró que requiere un acuerdo internacional.
Una base de investigación española en la isla Decepción, junto a la península antártica, fue bautizada hace ahora 20 años con su nombre. En estas dos décadas, la Base Gabriel de Castilla, gestionada por el Ejército de Tierra, se ha convertido en una moderna instalación científica que este año recibirá la certificación medio ambiental por su especial cuidado con el entorno.
Este es uno de los objetivos con los que se inicia, en unas semanas, la campaña de 2009-2010 en Isla Decepción, con una duración de 107 días. Está previsto que este año pasen por allí 18 militares, que se encargan de la logística, y 52 investigadores de diferentes instituciones, con 11 proyectos científicos.
No muy lejos se encuentra la otra instalación antártica española, la Base Juan Carlos I, gestionada por el CSIC, y ambas se completan con el buque Oceanográfico Hespérides y el buque Las Palmas.
Situada a 13.000 kilómetros de distancia de España, la Gabriel de Castilla de hoy poco tiene que ver con aquel pequeño refugio de sus primeros años, dentro de la bahía del cráter inundado de un volcán.
Ampliación del espacio habitable
Las sucesivas ampliaciones de sus pabellones (la última se acabará este año)han permitido aumentar el alojamiento hasta las 28 plazas, contar con un depósito de 12.000 litros de agua y 10.000 de gasoil (para los grupos eletrógenos que proporcionan la electricidad y los vehículos) y separar los espacios de ocio y trabajo, lo que ha facilitado mucho la dura vida en la base.Así lo reconocían muchos de sus visitantes en el I Foro Antártico, organizado por el Ministerio de Defensa, que se celebró hace unos días en Zaragoza. Muchos señalaban que la sensación en el exterior es la misma que "dentro de una nevera", con temperaturas que oscilan entre 5 y 50 grados bajo cero.
El general Álvaro de la Peña Cuesta, coordinador de la misión, recordaba la exigente selección de los militares que cada año van a la Base, en esta ocasión bajo la batuta del comandante José Gonzálvez Vallés. Los 18 elegidos (entre ellos dos mujeres, las cocineras), han tenido que realizar cursos especiales de entrenamiento para esta campaña. Incluso han aprendido a hacer pan.
Para conseguir el certificado medioambiental, una prioridad para los mandos de la Base, se ha adaptado la recogida selectiva de basuras:todo lo que no se quema en la incineradora que tienen (es decir, todo lo que contamina el aire), se saca de la isla; también se ha fijado un consumo máximo de agua (180 litros por persona al día) y se intentan minimizar las emisiones contaminantes.
Energías renovables
De momento, los intentos de instalar energías renovables no han tenido éxito. "Los aerogeneradores se rompen con las tremendas ráfagas de viento de hasta 300 kms/ h, y la energía del Sol llega tan débil que no es suficiente", reconoce el veterinario Ángel Santos, responsable del Órgano de Apoyo al Medio Ambiente. Otro problema es cómo hacer llegar estos grandes equipos hasta allí.Aún así, tener un suministro energético sostenible es el reto que todos los países quieren alcanzar. Bélgica presentó este año una base que, en teoría, funciona sólo con energías limpias. Pero, al parecer les está dando problemas.
Varios de los expertos reunidos en Zaragoza apostaban por las posibilidades de la energía geotérmica en una región volcánica, como es Isla Decepción.
Juan José Dañobeitia, de la Base Juan Carlos I, señalaba que allí sí utilizan energías renovables para mantener activa todo el año una web que envía información sobre la instalación, pero reconocía que "debe haber un equilibrio entre lo renovable y lo sostenible" para que todo funcione.
Esa protección ambiental, prioritaria en el Tratado Antártico, es también el eje de muchos de los trabajos científicos que se realizan en la base. Así lo explicó Margarita Yela, coordinadora del Programa Polar de Investigación, quien destacaba la importancia de la Gabriel de Castilla en los estudios del cambio climático, ecología química, vulcanología, astrobiología y un largo etcétera.
El geólogo Jerónimo López fue el encargado de poner de manifiesto la importancia de estar presentes en la Antártida: "Las zonas del planetas que más se han calentado en 50 años son los polos. Hasta 3ºC algunas zonas en la Antártida, aunque a la vez aumenta el mar helado, y ello puede cambiar la circulación oceánica global", argumentó.
El impacto del turismo
"Además", continuó, "gracias a los trabajos desarrollados allí se descubrió el agujero en la capa de ozono, y se limitó el uso de CFCs". En definitiva dejó claro que "los polos son un lugar en los que tener la vista puesta y España debe estar ahí", pero siempre de una forma coordinada entre todas las instituciones implicadas porque allí "no se va por ir".Por su parte, el biólogo Javier Benayas del Álamo, que el año pasado inició un proyecto sobre el impacto humano en la Antártida, puso el dedo en la llaga del turismo comercial que amenaza al continente: más de 45.000 turistas pasaron por allí en la campaña 2007/08 en barcos gigantescos.
Su rastro de basura, pintadas e hidrocarburos son impactos que, según Benayas, "se acabarían con un mayor control", que podría ser realizado por los responsables de las bases de investigación que allí tienen los países.
El general Jaime Domínguez reconocía que ese control de tránsito de buques, que podrían sufrir un accidente en una zona que es muy peligrosa, sí es necesario, si bien aclaró que requiere un acuerdo internacional.
04 octubre 2009
Se agrandan las grietas en la Antártida
El cambio climático, que provoca aumentos de la temperatura en la Antártida, incrementó la cantidad de peligrosas grietas de hasta 200 metros de profundidad que ponen en riesgo a turistas e investigadores que recorren la zona.
En los últimos 50 años en la península antártica la temperatura aumentó en 2,5 grados Celcius.
Diversos expertos dijeron a El Mercurio que el aumento de las grietas se produce especialmente en zonas donde la capa de hielo es menos densa.
La fragmentación de las masas heladas deriva en trampas mortales y por ello científicos y militares chilenos trabajan en la zona buscando formas de detectar y marcar esas grietas.
"Estudiamos los patrones que identifican una grieta para cada uno de los sistemas. Los estudios realizados desde diciembre de 2006 están enfocados a determinar esa capacidad de detección", afirmó Carlos Cárdenas, ingeniero civil y doctor en sistemas de radar.
El investigador trabaja junto al Centro de Estudios del Cuaternario y de la Universidad de Magallanes para determinar la capacidad de los sistemas de Radio Eco Sondaje en la detección de grietas.
Con apoyo del Departamento Antártico del Ejército y desde la base O´Higgins los investigadores trabajan en la prueba de equipos de radar que permitirán definir en el mediano plazo un mapa de zonas de grietas.
Oscar Stckrath, comandante de la base O´Higgins, explicó que una de las zonas peligrosas es el glaciar Mackenna, que tiene 10 kilómetros de largo por siete de ancho.
La zona se caracteriza porque sus hielos eternos en la plataforma de la litósfera se desplazan mecánicamente por un sistema de empuje de desnivel.
"Así cierran una grieta y abren otra, ya sea más arriba o más debajo de la que había. Por esta razón cada año aparecen o desaparecen desde un punto marcado en GPS", aseveró.
Las grietas "aparecen de repente. Muchas veces no son evidentes", advirtió Ricardo Jaña, glaciólogo del Instituto Antártico Chileno.
"Si hay un glaciar que fluye y cambia de dirección por la topografía es probable que éstas (grietas) se encuentren en la parte externa de la curva. La grieta es la discontinuidad, porque se rompe el comportamiento plástico del hielo", explicó. (ANSA).
En los últimos 50 años en la península antártica la temperatura aumentó en 2,5 grados Celcius.
Diversos expertos dijeron a El Mercurio que el aumento de las grietas se produce especialmente en zonas donde la capa de hielo es menos densa.
La fragmentación de las masas heladas deriva en trampas mortales y por ello científicos y militares chilenos trabajan en la zona buscando formas de detectar y marcar esas grietas.
"Estudiamos los patrones que identifican una grieta para cada uno de los sistemas. Los estudios realizados desde diciembre de 2006 están enfocados a determinar esa capacidad de detección", afirmó Carlos Cárdenas, ingeniero civil y doctor en sistemas de radar.
El investigador trabaja junto al Centro de Estudios del Cuaternario y de la Universidad de Magallanes para determinar la capacidad de los sistemas de Radio Eco Sondaje en la detección de grietas.
Con apoyo del Departamento Antártico del Ejército y desde la base O´Higgins los investigadores trabajan en la prueba de equipos de radar que permitirán definir en el mediano plazo un mapa de zonas de grietas.
Oscar Stckrath, comandante de la base O´Higgins, explicó que una de las zonas peligrosas es el glaciar Mackenna, que tiene 10 kilómetros de largo por siete de ancho.
La zona se caracteriza porque sus hielos eternos en la plataforma de la litósfera se desplazan mecánicamente por un sistema de empuje de desnivel.
"Así cierran una grieta y abren otra, ya sea más arriba o más debajo de la que había. Por esta razón cada año aparecen o desaparecen desde un punto marcado en GPS", aseveró.
Las grietas "aparecen de repente. Muchas veces no son evidentes", advirtió Ricardo Jaña, glaciólogo del Instituto Antártico Chileno.
"Si hay un glaciar que fluye y cambia de dirección por la topografía es probable que éstas (grietas) se encuentren en la parte externa de la curva. La grieta es la discontinuidad, porque se rompe el comportamiento plástico del hielo", explicó. (ANSA).
28 septiembre 2009
"El mar es un yacimiento de energía que apenas se ha explotado aún"
El biólogo destaca la importancia del mar en la mitigación del cambio climático y cree que las firmas españolas pueden jugar un papel destacado en este tipo de energía.
Después de Nueva York, hoy le toca el turno a Bangkok, donde tiene lugar la penúltima reunión antes de la de Copenhague, donde se pretende llegar a un acuerdo post-Kioto. Si bien en la celebrada la pasada semana no se alcanzó ningún compromiso concreto, tampoco se espera ningún milagro para esta, sino que las cumbres están sirviendo para caldear el ambiente hacia las verdaderas resoluciones que han de asumirse en la Cumbre sobre el Cambio Climático que se celebrará en la capital danesa en diciembre.
"El principal obstáculo es que hay muchos países reticentes a hacer sus deberes. Pero Copenhague y a diferencia de Kioto –donde los países en desarrollo no estaban obligados–, todos deben comprometerse", destaca el profesor de Investigación del CSIC, Carlos M. Duarte.
Los últimos dos años han supuesto un trabajo lento de buscar propuestas asequibles para los países en desarrollo. Al final, han emergido dos vías por las que estos territorios asumirán compromisos. Según el biólogo, "a diferencia de los ricos, en los que la energía es el principal factor de gases invernadero, en los países en desarrollo lo es la deforestación –es responsable del 70% en Brasil y, en Chile, de un tercio–. El freno de estas tasas y el progreso de la forestación podrían ser suficientes para equiparar las tasas de los países desarrollados".
El mar como solución
Sin embargo, hay otros países que no pueden forestar su territorio porque tendrían que destruir campos de cultivo. En estos lugares, la estrategia sería similar a la anterior y consistiría en forestar las marismas, las zonas costeras con manglares y recuperar las praderas submarinas; es decir, utilizar los bosques azules que generarán beneficios adicionales –como la protección contra los huracanes–.
"Se trata de hacer trajes a medida de cada país utilizando sumideros naturales para mitigar los gases de efecto invernadero, ya que la solución no puede ser la misma para zonas tan dispares como Estados Unidos, Japón o Birmania. Por fin, el componente marino, que había permanecido un tanto olvidado, sí estará en la foto como opción de mitigación", destaca el experto en ecosistemas marinos.
El mar es el sumidero más importante de CO2 del planeta. Más de la mitad del dióxido de carbono no se encuentra en la atmósfera, sino en el océano. Y es que, "si el papel de la atmósfera es importante, el del mar no lo es menos. El mar es un yacimiento sin explotar de energía que puede aportar energía limpia y renovable a partir de las olas, las corrientes y las diferencias de temperatura", destaca Duarte. Esto, que hasta hace unos años era simple teoría, ya se ha convertido en realidad gracias a la instalación de las primeras plantas piloto.
Sin embargo, estos primeros pasos que se han empezado a dar en el aprovechamiento del mar no son nuevos. Ya los árabes conocían sus beneficios y la empezaron a emplear hace 800 años. Pero en todo este tiempo, apenas se ha desarrollado esa tecnología.
Así, por ejemplo, en Cantabria, Iberdrola instaló el año pasado una boya de 40 vatios en la costa de Santoña y planea colocar nueve más hasta llegar a un megavatio, que pueden dar servicio a entre 1.000 y 1.500 hogares. Ya fuera de nuestras fronteras, Scottish Power –filial de Iberdrola– también está desarrollando este tipo de energía en las costas escocesas.
"La actividad de las empresas españolas, potentes en renovables, ha sido más bien modesta en esta materia", según Duarte, quien asegura que el motivo principal es que se requieren desembolsos importantes en I+D, y nuestras compañías invierten poco en el desarrollo de nuevas tecnologías.
En su opinión, las renovables tienen el oído puesto en escuchar las subvenciones de la UE. Si bien la energía fotovoltaica sí ha tenido subsidios, la marina no ha contado con ellos. "La apuesta por la I+D en la tecnología marina es fundamental, ya que las firmas que primero apuesten por ella tendrán ventajas sobre sus futuros competidores. Nuestras empresas pueden jugar un papel relevante", subraya.
Asimismo, Duarte destaca la acuicultura marina y la desalación como técnicas en las que España está bien posicionada y básicas para el mantenimiento de la sostenibilidad, actualmente en peligro. De hecho, la producción española de acuicultura representa el 3% de la producción mundial y el 25 % de la europea. "No podemos enfriar el planeta, pero aún estamos a tiempo de controlar el alcance de los cambios", concluye.
Un nombre propio en el estudio de los ecosistemas acuáticos
Carlos M. Duarte es profesor de Investigación del CSIC en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea). Licenciado en Biología Ambiental, su trayectoria profesional se ha centrado en la actividad de los ecosistemas acuáticos, su papel global en el funcionamiento de la biosfera y su respuesta al cambio global.
Ha publicado más de 350 artículos científicos en revistas internacionales –incluidas 'Science', 'Nature', 'PNASH'–, dos libros y ha dirigido más de 30 proyectos de investigación, incluida la primera expedición científica española al Ártico y la expedición de circunnavegación Malaspina 2010, en fase de planificación. Como experto en la materia, Duarte fue el moderador del seminario 'Cambio climático y sostenibilidad', celebrado hace unos días en la Embajada sueca en España y que contó con la presencia del Rey Carlos Gustavo, comprometido en materia ambiental.
Después de Nueva York, hoy le toca el turno a Bangkok, donde tiene lugar la penúltima reunión antes de la de Copenhague, donde se pretende llegar a un acuerdo post-Kioto. Si bien en la celebrada la pasada semana no se alcanzó ningún compromiso concreto, tampoco se espera ningún milagro para esta, sino que las cumbres están sirviendo para caldear el ambiente hacia las verdaderas resoluciones que han de asumirse en la Cumbre sobre el Cambio Climático que se celebrará en la capital danesa en diciembre.
"El principal obstáculo es que hay muchos países reticentes a hacer sus deberes. Pero Copenhague y a diferencia de Kioto –donde los países en desarrollo no estaban obligados–, todos deben comprometerse", destaca el profesor de Investigación del CSIC, Carlos M. Duarte.
Los últimos dos años han supuesto un trabajo lento de buscar propuestas asequibles para los países en desarrollo. Al final, han emergido dos vías por las que estos territorios asumirán compromisos. Según el biólogo, "a diferencia de los ricos, en los que la energía es el principal factor de gases invernadero, en los países en desarrollo lo es la deforestación –es responsable del 70% en Brasil y, en Chile, de un tercio–. El freno de estas tasas y el progreso de la forestación podrían ser suficientes para equiparar las tasas de los países desarrollados".
El mar como solución
Sin embargo, hay otros países que no pueden forestar su territorio porque tendrían que destruir campos de cultivo. En estos lugares, la estrategia sería similar a la anterior y consistiría en forestar las marismas, las zonas costeras con manglares y recuperar las praderas submarinas; es decir, utilizar los bosques azules que generarán beneficios adicionales –como la protección contra los huracanes–.
"Se trata de hacer trajes a medida de cada país utilizando sumideros naturales para mitigar los gases de efecto invernadero, ya que la solución no puede ser la misma para zonas tan dispares como Estados Unidos, Japón o Birmania. Por fin, el componente marino, que había permanecido un tanto olvidado, sí estará en la foto como opción de mitigación", destaca el experto en ecosistemas marinos.
El mar es el sumidero más importante de CO2 del planeta. Más de la mitad del dióxido de carbono no se encuentra en la atmósfera, sino en el océano. Y es que, "si el papel de la atmósfera es importante, el del mar no lo es menos. El mar es un yacimiento sin explotar de energía que puede aportar energía limpia y renovable a partir de las olas, las corrientes y las diferencias de temperatura", destaca Duarte. Esto, que hasta hace unos años era simple teoría, ya se ha convertido en realidad gracias a la instalación de las primeras plantas piloto.
Sin embargo, estos primeros pasos que se han empezado a dar en el aprovechamiento del mar no son nuevos. Ya los árabes conocían sus beneficios y la empezaron a emplear hace 800 años. Pero en todo este tiempo, apenas se ha desarrollado esa tecnología.
Así, por ejemplo, en Cantabria, Iberdrola instaló el año pasado una boya de 40 vatios en la costa de Santoña y planea colocar nueve más hasta llegar a un megavatio, que pueden dar servicio a entre 1.000 y 1.500 hogares. Ya fuera de nuestras fronteras, Scottish Power –filial de Iberdrola– también está desarrollando este tipo de energía en las costas escocesas.
"La actividad de las empresas españolas, potentes en renovables, ha sido más bien modesta en esta materia", según Duarte, quien asegura que el motivo principal es que se requieren desembolsos importantes en I+D, y nuestras compañías invierten poco en el desarrollo de nuevas tecnologías.
En su opinión, las renovables tienen el oído puesto en escuchar las subvenciones de la UE. Si bien la energía fotovoltaica sí ha tenido subsidios, la marina no ha contado con ellos. "La apuesta por la I+D en la tecnología marina es fundamental, ya que las firmas que primero apuesten por ella tendrán ventajas sobre sus futuros competidores. Nuestras empresas pueden jugar un papel relevante", subraya.
Asimismo, Duarte destaca la acuicultura marina y la desalación como técnicas en las que España está bien posicionada y básicas para el mantenimiento de la sostenibilidad, actualmente en peligro. De hecho, la producción española de acuicultura representa el 3% de la producción mundial y el 25 % de la europea. "No podemos enfriar el planeta, pero aún estamos a tiempo de controlar el alcance de los cambios", concluye.
Un nombre propio en el estudio de los ecosistemas acuáticos
Carlos M. Duarte es profesor de Investigación del CSIC en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea). Licenciado en Biología Ambiental, su trayectoria profesional se ha centrado en la actividad de los ecosistemas acuáticos, su papel global en el funcionamiento de la biosfera y su respuesta al cambio global.
Ha publicado más de 350 artículos científicos en revistas internacionales –incluidas 'Science', 'Nature', 'PNASH'–, dos libros y ha dirigido más de 30 proyectos de investigación, incluida la primera expedición científica española al Ártico y la expedición de circunnavegación Malaspina 2010, en fase de planificación. Como experto en la materia, Duarte fue el moderador del seminario 'Cambio climático y sostenibilidad', celebrado hace unos días en la Embajada sueca en España y que contó con la presencia del Rey Carlos Gustavo, comprometido en materia ambiental.
24 septiembre 2009
Cual es la Importancia del camino a Copenhague?
Salir de la actual crisis económica mundial y afrontar el reto del cambio climático son objetivos que pueden alcanzarse conjuntamente si llevamos al mundo hacia una economía baja en emisiones de carbono. Análisis realizados por Lord Stern, entre otros, han demostrado que los argumentos económicos para adoptar medidas inmediatas que logren mitigar los efectos del cambio climático son abrumadores.
La evidencia científica es clara: el mundo no puede continuar con los actuales niveles de contaminación. Existe un amplio consenso en la comunidad científica de que el límite máximo en cuanto a los niveles de carbono en la atmósfera no debe superar las 350 partes por millón (PPM). Hoy en día, como resultado directo de las actividades humanas, se sitúa en 386 PPM. Por tanto, es esencial que cada país cambie su modelo de desarrollo económico hacia uno bajo en emisiones de carbono compatible con el crecimiento y la ecología del planeta.
La transición hacia este modelo económico bajo en emisiones de carbono sólo ocurrirá si todas las naciones toman conciencia de la gravedad del asunto; el compromiso de todos los países, tanto de los desarrollados como de los emergentes es vital. Los primeros, como principales emisores de partículas contaminantes, deben actuar urgentemente. Pero de igual importancia es que los países en vías de desarrollo se embarquen en la senda de un crecimiento económico evitando una industrialización con altas emisiones de carbono.
Dilema
El dilema de cómo promover el crecimiento económico sin perjudicar el medio ambiente no es un problema nuevo. Y no se limita a los países en desarrollo. En efecto, con la excepción de unos pocos, en su mayoría europeos, los países del mundo industrializado no han logrado reducir sus emisiones lo suficiente como para concederles autoridad moral o alguna ventaja práctica en este debate.
Mientras algunas naciones han tomado medidas efectivas -Dinamarca, por ejemplo, ha logrado disminuir sus emisiones de carbono y su consumo energético a la vez que ha aumentado su PIB- existen muchos otros países que sólo están preparados para asumir pequeños compromisos que están muy por debajo de los niveles requeridos. La Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático de Copenhague (COP15) representa una oportunidad real para que los representantes de las 192 naciones del planeta actúen en el interés de toda la humanidad.
Pero si estos cambios son un verdadero desafío para los países más ricos del planeta, lo son aún más para las economías en vías de desarrollo. En este sentido, es importante señalar que países como los nuestros también están tomando acciones positivas y que nuestra determinación es firme. Distintos planes se han puesto en marcha para reducir las emisiones, renunciar a las prácticas no sostenibles y hacer una eficiente transición a las nuevas tecnologías de energías limpias.
El plan de Costa Rica sobre el cambio climático, por ejemplo, exige un proceso de transición a la neutralidad en las emisiones de carbono para el año 2021; un programa ambicioso, pero alcanzable. Brasil, por su parte, se propone reducir las emisiones derivadas de la deforestación -la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero- en un 80% en 2020, y planea establecer un objetivo de reducción de emisiones en los próximos meses.
Otros ejemplos incluyen la estrategia medioambiental publicada el año pasado por Sudáfrica ("Long-Term Mitigation Scenario") y los planes de las Maldivas para alcanzar la neutralidad en las emisiones de carbono en el mediano plazo. Corea del Sur, por su parte, está invirtiendo actualmente el 80% de su paquete de estímulo fiscal en medidas relacionadas con el cambio climático.
Estos compromisos con el medio ambiente son significativamente más altos que los que se han propuesto las naciones plenamente desarrolladas.
El reto es sencillo: cómo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mantener la prosperidad económica al mismo tiempo. En ese sentido, el cambio climático no es simplemente un problema medio ambiental. También es un problema de desarrollo importante. Se trata de cómo vamos a generar empleos e ingresos en el siglo XXI con una economía baja en carbono. La pregunta es: ¿cómo podemos alcanzar ese objetivo en todo el mundo?
Cuatro elementos
Para asegurar una vía práctica para una economía de energías limpias -que se mide tanto en ingresos más altos y un clima más estable- debemos encontrar una nueva asociación entre países desarrollados y en desarrollo.
Cuatro elementos importantes en este aspecto son:
Primero, el problema del cambio climático es un imperativo moral, económico y medio ambiental que no podemos evadir. Aquellos líderes que tácitamente reconocen las consecuencias devastadoras del cambio climático, pero que no se deciden a tomar ninguna decisión para detener su avance, actúan de forma hipócrita. Deben hacerse responsables con el fin de fomentar iniciativas que puedan ser presentadas en diciembre.
Segundo, el mundo en desarrollo no es uniforme, es tan diverso como la mayoría de los países industrializados. Aquellos países que han establecido ambiciosos programas para reducir la emisión de gases contaminantes deben ser reconocidos, beneficiándose de los incentivos ofrecidos por la comunidad internacional. Para aquellos que no han iniciado el camino hacia una economía baja en carbono, debe hacérseles ver que pierden competitividad, inversiones y oportunidades de crecimiento. Tercero, es momento de hablar de dinero. El mundo desarrollado debe seguir la llamada de aquellos que, como el primer ministro británico Gordon Brown, están comprometidos a financiar este proceso de transición. Su propuesta de invertir anualmente US$100.000 millones en nuevas tecnologíases el monto mínimo que podría esperarse que fuese acordado durante las reuniones del G20.Cuarto, y más importante, los abrumadores argumentos científicos y económicos para realizar este cambio deben ser comunicados a todas las personas de todos los países. Los líderes deben hablar sobre esto y la sociedad civil debe sumar su voz.Y esto es lo que se debe decir.
Una nueva asociación con el apoyo de importantes inversiones y con un fuerte liderazgo político es la única manera de reunir el consenso político-global necesario para hacer progresos reales en el tema del cambio climático. Es justo que los países desarrollados exijan más claridad en los compromisos de las naciones en desarrollo, incluso si son compromisos voluntarios. Pero esta asociación corre en ambos sentidos, y es igualmente justo para los países en desarrollo esperar que las naciones desarrolladas asuman compromisos más ambiciosos que los que hasta ahora han estado dispuestos a hacer.
Para los países desarrollados la transición a una nueva economía baja en carbono traerá más crecimiento y empleo, mitigando los efectos de la actual recesión y cimentando el camino hacia la recuperación económica y medio ambiental.
Para las naciones en desarrollo es una oportunidad para avanzar hacia un modelo de economía sostenible, evitando la industrialización que sea dañina para el medio ambiente en el proceso. Esto último creará perspectivas de expansión de la economía y más empleo.
Ha llegado el momento para alcanzar un acuerdo sobre cambio climático que sea justo, vinculante y ambicioso, y que contenga acciones concretas a realizar por parte de todas las naciones del planeta.
Es por esto que las reuniones de septiembre son tan importantes. Y ese es el prisma a través del cual su éxito debe ser evaluado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)