18 diciembre 2009

El mensaje de los grupos antiglobalización asalta la cumbre del clima

Los «antiglobalización» intentaron asaltar ayer el centro de congresos donde se celebra la Cumbre del Cambio Climático. No lo consiguieron. La Policía les cortó en seco sus intenciones. La carga fue inmediata: porras, gases lacrimógenos y, de fondo, bicicletas literalmente volando. Dos brazos de una protesta convocada por el movimiento Acción de Justicia Climática, que en total sumaban unas 5.000 personas, se unieron con otras 500 que empezaron sus proclamas en los pasillos del Bella Center y luego salieron al exterior.

Los manifestantes querían que se oyeran sus demandas, pero cientos de activistas querían asaltar el Bella Center. La Policía danesa, que ya ha dado muestras estos días de que no pasa una, respondió con dureza. Los servicios de emergencia se vieron obligados a atender a decenas de personas por contusiones y reacciones en la piel a causa de los gases lacrimógenos.
Los «antiglobalización» no pudieron entrar al recinto, pero su mensaje llegó al Bella Center de la mano del presidente venezolano, Hugo Chávez, quien aprovechó su discurso en el plenario para arremeter contra el «intolerable orden económico mundial» y llamar a «la batalla» contra el capitalismo -«ese fantasma espantoso que recorre Copenhague»- y «la dictadura imperial».
Contrariamente a lo que ocurre dentro de las fronteras de su país, Chávez «saludó» a «esos jóvenes preocupados por el futuro del mundo», y se apropió de sus consignas: «No cambien el clima, cambien el sistema» y «Si el clima fuera un banco, ya lo habrían salvado». Horas antes, el presidente de Bolivia, Evo Morales, aseguró que «el modelo occidental representa a la cultura de la muerte».
Ambos dirigentes escenificaron a la perfección la tensión que se masca a estas alturas de la cita climática. El enfrentamiento entre desarrollados y en desarrollo (agrupados en el grupo G-77 más China) es total. Ayer, China, Brasil y Bolivia mostraron su desacuerdo con un texto preparado por la presidencia que aunaba las dos vías de negociación (Kioto y la de EE.UU. y los emergentes) por considerar que «sale de la nada», pues se basa en las consultas informales llevadas a cabo por la presidencia.
Con la desconfianza de nuevo como protagonista, que obstaculiza enormemente la negociación, el G-77 se ha convertido en una «olla a presión», según fuentes españolas de la negociación, pues incorpora a países con muy distintos intereses, como los africanos y los Pequeños Estados Insulares, que podrían acabar descolgándose de este grupo y apoyar las tesis de la Unión Europea.
Una olla a presión
El secretario ejecutivo de la Convención de Naciones Unidas para el Cambio Climático, Yvo de Boer, intentó por la tarde calmar los ánimos asegurando que el documento danés no intenta sustituir a los dos textos sobre los que han trabajado las delegaciones estos últimos diez días, sino facilitar las cosas. A pesar del punto muerto en el que parece que se han asentado las negociaciones, De Boer cree que «es posible alcanzar un auténtico éxito, pero en ese contexto las próximas 24 horas serán cruciales y deben ser utilizadas de forma productiva». Pero aquí sólo se confía en que los líderes mundiales den entre hoy y mañana un golpe de timón.
Fuente: ABC

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